Las cigüeñas de Marruecos ya prefieren los postes de telefonía móvil o la grandes torres eléctricas a los tradicionales minaretes de las mezquitas donde han vivido durante siglos, en una prueba más de su gran capacidad de adaptación.
No es tanto el cambio climático como la modernidad la que está cambiando los hábitos de esta ave que los árabes llaman “laklak” por el ruido que hacen al chocar sus largos picos y por la que tienen un especial cariño por su ancestral cercanía con la especie humana.
Si antes era corriente verlas en las torres de iglesias al norte del Mediterráneo, y en el de los minaretes al sur, desde donde se alimentaban en las cercanías de lagos y ríos, ahora no hacen ascos a las moderas torres de cemento y metal, y para muchas parejas su lugar preferido de alimentación son los basureros al aire libre por la gran cantidad de alimento disponible.

Algunos, como Abderrahmán Chemlali, presidente de una asociación local de protección de la cigüeña blanca, no dudan en calificarla de “animal oportunista”, en el sentido en que nunca ha sido demasiado exigente a la hora de alimentarse.
La ingestión de plásticos o de aguas contaminadas en estos vertederos al aire libre es una de las causas de la mortandad de las cigüeñas, pero mucho más mortíferos son los cables de alta tensión en los que se enredan y electrocutan hasta que sus hijos o compañeros de vuelo aprenden a evitar esos cables en sus rutas de migración.
Duro golpe para la Cigueña
Pero en Marruecos, como en el resto del mundo, ha sido la desaparición de los humedales -por la agricultura intensiva, la urbanización o la industria- la que ha supuesto un golpe más duro para la cigüeña, que de una población de 30.000 parejas en 1930, fecha del primer censo, bajó hasta las 5.000 en 1995.
Desde esa fecha, como recuerda Aziz Agbani, del Grupo de investigación y protección de las aves en Marruecos, la población de cigüeñas se ha estabilizado en una cifra de entre 5.000 y 7.000, dependiendo si el año es más o menos lluvioso y si se consiguen llenar de agua los humedales donde preferentemente viven.
En los próximos meses de mayo y junio va a realizarse el nuevo censo para saber cuánto ha evolucionado esa población en términos totales y en qué lugares del país se asienta.
Poblaciones estables



Las cigüeñas han sido tradicionalmente aves migratorias, tanto que los tunecinos las llaman “hajj”, como a los peregrinos que van a La Meca, pero en los últimos años cada vez se ve con más frecuencia a poblaciones estables que no cambian de residencia con las estaciones, precisamente por la facilidad de encontrar alimento en los vertederos.
En lugares como Rabat, la cigüeña ha “colonizado” la necrópolis-fortaleza del Chellah, donde cada día, al ocaso, es espectacular verlas regresar por decenas de sus excursiones al cercano vertedero de Akrach y ocupar los árboles y los minaretes del lugar, con su “laklak” enloquecido que llena el aire de la tarde.
En otros tiempos, era normal que los lugareños reparasen los nidos de las cigüeñas, que podían pesar hasta 150 kilos de ramas y objetos, cuando caían de las torres.
Hoy en día el hombre corriente ha perdido el amor por la cigüeña; no es de extrañar: cuando se las ve de cerca, su plumaje blanco está ennegrecido por el roce constante con las basuras.
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