Caty Arévalo (Verde y en botella).- Como a los dos nos encanta quejarnos, suelo tener con mi jefe, mi compañero y mi amigo Arturo Larena una conversación recurrente sobre el esfuerzo que nos cuesta a algunos conseguir las cosas y sin embargo lo sencillo que resulta para otros. Yo, que soy más optimista que él, pienso o quiero pensar que el esfuerzo siempre tiene su recompensa y hace unos días la Fundación BBVA me dio la razón al otorgarle un merecido premio a la Difusión del Conocimiento y Sensibilización en Conservación de la Biodiversidad.
Creo que hay muchas y buenas razones por las que Arturo debe ser digno poseedor de un reconocimiento con ese enunciado, pero fundamentalmente me gustaría destacar tres. La primera de ellas es que es un extraordinario periodista, capaz de anticiparse a la noticia, de ver el titular al instante, obsesionado con dar cabida a todas las voces, increíblemente tenaz, y poseedor de una inagotable capacidad de trabajo.
En segundo lugar, porque además de las múltiples iniciativas que ha emprendido en su dilatada trayectoria como periodista ambiental ha sido capaz de sacar adelante este maravilloso proyecto llamado EFEverde, con más mérito si cabe en los tiempos que corren, en los que las prioridades ambientales de los medios en general han pasado al último plano. Y la tercera, la más importante y perdurable, y a su vez la que más le destaca por encima de cualquier otro buen periodista ambiental es su afán por promover la especialización de jóvenes periodistas en medio ambiente. Gracias a su empeño, hoy hay una nueva generación de periodistas ambientales en España y en Latinoamérica, que conocemos los temas que comunicamos y estamos ansiosos de contarlos.
Hace ocho años yo misma fui parte de uno de esos programas y tuve la gran suerte -de esto uno se da cuenta con el tiempo- de que se desarrollara en EFE y con él como jefe. Fueron meses de un frenético aprendizaje en los que me enganché definitivamente al periodismo ambiental. Entonces (como ahora) no me había dado tiempo a sentarme en la silla cada mañana cuando ya me estaba bombardeando con 20 temas de los que escribir, 19 entrevistas y 18 reportajes que me llevaron a conocer hasta la última avutarda que sobrevolaba la Comunidad de Madrid. Para mi escasísimo tiempo libre me sugería (y todavía me sugiere) acudir a todo curso, congreso o visita ambiental cuya convocatoria pasa por sus manos. Esto último no cambió durante los años en que nuestra trayectoria profesional transcurrió en diferentes departamentos de la agencia. Y las dos cosas volvieron a confluir cuando (afortunadamente) quiso contar conmigo en EFEverde. Como era de esperar me tiene saturada y si no discutimos más es sólo por falta de tiempo, pero a pesar de todo me siento muy feliz de trabajar cada día en este precioso proyecto junto a quien fue y sigue siendo mi maestro.
Pd/ Dos cosas más: 1. Prometo fotos de la celebración del premio y 2. No me importa que alguien pueda caer en la fácil tentación de considerarme pelota por este texto, porque sé que la gente que me conoce sabe que este post, como los anteriores, lo he escrito de corazón.
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