Los biólogos estadounidenses Edward Wilson y Thomas Lovejoy, ambos considerados “padrinos de la biodiversidad” por acuñar este término en 1981 y reconocidos con el Premio Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA, han fallecido en el mismo fin de semana (por motivos independientes) a los 96 y los 80 años de edad, respectivamente.
Ed O. Wilson, “heredero de Darwin”
El naturalista estadounidense Edward Wilson, fue considerado el “heredero de Darwin”, experto en hormigas, autor de los conceptos de “biofobia” y “biodiversidad” -término que acuñó junto al biólogo Thomas Lovejoy en 1981- y padre de la sociobiología.
Reputado entomologista (especialista en insectos), profesor emérito en la Universidad de Harvard, conocido como “el Darwin del siglo XXI” y apodado también “el señor de las hormigas” por su estudio sobre el comportamiento social de estos invertebrados, Wilson escribió una treintena de libros, dos de los cuales le llevaron a ganar el premio Pulitzer (que reconoce obras literarias, de composición musical y de periodismo en EEUU): ‘La naturaleza humana’, en 1979, y ‘Las hormigas’, en 1991.
“Sintetizador implacable de ideas, su valiente enfoque científico y su voz poética transformaron nuestra forma de entendernos a nosotros mismos y a nuestro planeta”, ha señalado en un comunicado Paula Ehrlich, la directora de la fundación que rinde homenaje al naturalista.
Además, publicó cerca de 450 artículos científicos e impulsó la propuesta “Half-Earth” (media Tierra), con la que un grupo de científicos sugiere que, si se mantiene intacta la mitad de la biodiversidad del planeta, se puede frenar la extinción masiva de especies atribuida a las actividades humanas -principalmente causada por la destrucción de su hábitat- y al cambio climático antropogénico.
Esta iniciativa se sustenta en la Teoría de Biogeografía de Islas, que Wilson defendió junto a su colega Robert MacArthur en la década de 1960 y que predice el número de especies que habitan una isla en función del tamaño de la misma, la distancia que existe entre ella y el continente y el equilibrio dinámico entre la inmigración y la extinción de especies.
Para el ecólogo Pedro Jordano, investigador en el Centro Biológico de Doñana del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y secretario del jurado de los premios Fronteras del Conocimiento -con que la Fundación BBVA reconoció la labor de Wilson en 2010-, esa teoría ha sido fundamental para el diseño del tamaño de reservas biológicas, y para prever las consecuencias de la deforestación al calcular la expectativa de pérdida de especies tras la tala.
Estos fundamentos se aplicaron a desarrollos en conservación en reservas de la Amazonia, por ejemplo, en la Mata Atlántica en Brasil pero también en España y en cualquier otro diseño de áreas protegidas, sostiene Jordano.
Padre de la sociobiología, que estudia las bases biológicas de las conductas sociales, el trabajo de Wilson excedió su propio ámbito de conocimiento (el de la biodiversidad): “Era un humanista, uno de los grandes pensadores de los siglos XX y XXI”, resume Jordano, quien agrega que la muerte de Wilson supone la pérdida de “un gran referente y defensor de la necesidad de conservar nuestro planeta”.
Tom Lovejoy, asesor del Banco Mundial
Thomas Lovejoy (Nueva York, 1941), que falleció en Washington el sábado, es conocido por su contribución a la conservación de la biodiversidad, y especialmente por su estudio pionero en del fenómeno de la fragmentación de la selva y su correlación con la pérdida de especies.
Se trata de “uno de los gigantes” de la ecología; “una voz muy influyente” sobre el “cambio global” (el cambio climático y su impacto en la biodiversidad), según explica Jordano.
Lovejoy dedicó su vida a la conservación, ya fuera desde su contribución a la ecología en el ámbito científico o desde otros frentes, como la organización sin ánimo de lucro que fundó, el Centro de Biodiversidad de la Amazonía; el programa de conservación del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), que dirigió entre 1973 y 1987; o la National Geographic Society, de la que formaba parte.
Además era catedrático en la Universidad George Mason (en Virginia, EEUU) donde trabajaba como profesor en ciencias ambientales, fue presidente del Instituto Yale de Estudios de la Biosfera y asesor en materia de biodiversidad del Banco Mundial, así como de varios presidentes estadounidenses como los republicanos Ronald Reagan y George W. Bush y el demócrata Bill Clinton.
Su principal contribución a la ciencia de la conservación de la biodiversidad fue a través del Proyecto de Dinámica de Fragmentos Forestales (BDFFP), que puso en marcha en la Amazonia brasileña y que “constituyó el más extenso estudio, en espacio y tiempo, sobre hábitat fragmentado en la selva”, aseguran desde la Fundación BBVA.
Mediante esta iniciativa, Lovejoy analizó una superficie de más de 1.000 km2 que comprendía zonas prístinas de la selva amazónica y pastos y zonas deforestadas para el cultivo, y constató que las especies tenían menor capacidad de supervivencia en las zonas fragmentadas a consecuencia de los cambios en los usos del suelo.
Con estas alteraciones en el terreno, “el bosque primigenio, continuo, pasa a ser un mosaico” y Lovejoy se interesó por cómo interviene ese fenómeno en la vida de especies como los jaguares, los pumas “y otros grandes depredadores que necesitan de vastas extensiones”, destaca Jordano.
El megaproyecto de Lovejoy en la Amazonia también halló que, a medida que la selva fragmentada se iba restaurando, las especies que se habían extinguido localmente por la pérdida de bosque tropical iban recolonizando el terreno, algo que dio lugar a desarrollos en métodos de conservación como los corredores ecológicos, afirma Jordano. EFEverde