La nueva estrategia “De la Granja a la Mesa” de la Unión Europea (UE) es un buen paso de cara a una “transición justa” en la agricultura del bloque comunitario, pero ¿qué impacto tendrá en los agricultores de los países en vías de desarrollo”, se pregunta Isabelle Brachet, asesora principal en la ONG internacional “ActionAid”.
Cuando más de 800 millones de personas se acuestan cada noche con hambre, y la crisis de la Covid-19 amenaza aún más la seguridad alimentaria, la Comisión Europea ha lanzado su nueva estrategia “De la Granja a la Mesa“, que promete una agricultura más justa y más ecológica en el seno del bloque comunitario, pero también más allá de sus fronteras.
En resumen, la estrategia supone un buen punto de partida para lograr una “transición justa”, que es muy necesaria, de cara a conseguir un sistema alimentario que respete el medio ambiente, el clima, y garantice medios de vida dignos para productores y trabajadores agrícolas.
Las acciones propuestas engloban una amplia panoplia de prioridades: desde la reducción de los pesticidas y fertilizantes químicos hasta el impulso de dietas más saludables, la limitación de los desperdicios de alimentos y el incremento de la agricultura orgánica. Pero, si bien van en la dirección correcta, las propuestas no llegan lo suficientemente lejos como para enfrentar los inmensos desafíos ambientales, de salud y sociales que plantea la agricultura europea.
La estrategia europea “De la Granja a la Mesa” también afectará a los agricultores y a la agricultura de los países del hemisferio sur, en esencia, de cuatro maneras. En primer lugar, la UE utilizará fondos para el desarrollo con el objetivo de apoyar áreas clave como la investigación e innovación, gestión de la tierra, adaptación climática y prácticas agrícolas agroecológicas “resilientes” en cuestión climática, y más sostenibles.
ActionAid confía en que todo ello contribuya a mejorar los derechos de acceso a la tierra de las mujeres agricultoras, así como a garantizar medios de sustento para los pequeños propietarios, y también un refuerzo de la agricultura ecológica.
En segundo lugar, la UE presentará una norma para evitar que los productos derivados de prácticas de deforestación se importen a Europa, entre ellos, la soja del Amazonas. Este es un paso muy positivo ya que el consumo de la UE es un factor que contribuye de manera significativa a la deforestación en todo el mundo.
Pero además de regular las importaciones, también tenemos que reducir nuestro consumo general de productos que contribuyen a la deforestación, incluidos los piensos para la ganadería, además de reducir nuestro consumo de carne, y, cuando lo hacemos, que esta sea de mayor calidad.
En tercer lugar, la UE impulsará una transición global a sistemas alimentarios sostenibles en el ámbito internacional, entre ellos, en las Naciones Unidas. El compromiso con el multilateralismo y la cooperación con otros países para abordar retos compartidos son fundamentales.
ActionAid también considera que la UE tiene un papel que desempeñar a la hora de ayudar a que esos espacios internacionales sean también accesibles a las organizaciones de la sociedad civil y las cooperativas de pequeños agricultores, y que (esos espacios) no estén controlados por poderosas empresas del sector, con intereses creados en el mantenimiento de determinado “statu quo”.
La UE y sus Estados miembros también deberían convertirse en firmes defensores de aquellas prácticas “agroecológicas” que sean más beneficiosas para los ciudadanos, la naturaleza y el clima.
Por último, la UE tendría que aprovechar sus acuerdos comerciales para alentar a los países socios a respetar las normas europeas sobre alimentación y agricultura. Eso es algo que tiene sentido, aunque hasta la fecha la expansión de las cadenas mundiales de valor se ha traducido en que las empresas recluten mano de obra allí donde es más barata, en lugar de exportar estándares éticos más elevados.
Donde la estrategia “De la Granja a la Mesa” se queda corta es en su incapacidad de reconocer las dificultades existentes a la hora de encontrar un buen equilibrio entre el impulso del comercio internacional de alimentos y la promoción de la agricultura, y la necesidad de impulsar y proteger los sistemas alimentarios locales, las cadenas de suministro de alimentos cortos, donde no hay, o hay pocos, intermediarios entre los productores y consumidores y pequeños productores de alimentos.
Tampoco hay (en la estrategia) ninguna referencia al impacto del comercio internacional en el cambio climático y el medio ambiente, un tema que nuestros gobiernos ignoran reiteradamente.
Algunos responsables políticos en Europa creen que cuestionar el mantra de la liberalización comercial amenaza el proyecto europeo.
ActionAid no cree que sea así. La UE puede encarnar una visión diferente de la economía global, centrada en proteger a las personas y al planeta, en lugar de abrir mercados a toda costa.
La UE puede ser una Unión centrada en la cooperación y la igualdad en lugar de focalizarse en la competencia y la austeridad. Algunas de las políticas de protección social que los países socios están incorporando por la crisis del coronavirus ya nos están mostrando el camino.
A medida que el mundo se enfrenta a los golpes de la pandemia, no debemos olvidar que el cambio climático está dañando a la agricultura, y la agricultura intensiva e industrial está perjudicando al planeta más que nunca. Es hora de aumentar la ambición de Europa para crear sistemas alimentarios más justos y ecológicos.
(*) Isabelle Brachet (Action Aid) para EUROEFE EURACTIV | translated by F.Heller
Esta tribuna se ha publicado inicialmente en el portal EURACTIV.com, socio de EFE
[divider] [box type=”shadow” ]Creadores de Opinión Verde #CDO es un blog colectivo coordinado por Arturo Larena, director de EFEverde [/box]
Esta tribuna puede reproducirse libremente citando a sus autores y a EFEverde
Otras tribunas de Creadores de Opinión Verde (#CDO)