Madrid.- El 7 % de los alcornoques de la Reserva Biológica de Doñana, el ‘corazón’ del parque nacional, han muerto entre 2021 y 2022, según una investigación de la científica Cristina Ramo, de la Estación Biológica de Doñana (EBD).
Los ejemplares que más han sufrido son los que se encuentran en el interior, lejos de la Vera, que es la zona de encuentro de marisma y dunas, abundante en agua.
Los ejemplares testeados por Ramo ascienden a 132 y la cifra de los afectados es “muy alta” porque la media en el periodo 1963-2009 fue del 0,7%, aunque “en periodos de fuerte sequía como el actual el porcentaje sería más elevado”.
Falta de agua
La causa de mortalidad más probable es la falta de agua, tanto por la actual sequía como por las extracciones en el entorno de Doñana para agricultura y turismo.
Uno de los piezómetros utilizados para la comprobación indica que el agua del interior se hallaba el año pasado a más de 5 metros de profundidad, “cuando en 2011, un año húmedo, marcaba 3”, mientras que en la zona de la Vera los niveles del acuífero se encontraban entre 0,98 y 2,44 metros.
“Lo que viene es peor, pues las previsiones por el cambio climático cifran entre 0,9 a 5 grados el aumento de temperatura en la comarca, y de 4 a 22% la reducción de lluvias”, ha añadido.
La segunda causa de mortalidad es el ‘Phytophthora cinnamoni’, un patógeno “cuyos síntomas son muy parecidos a los que produce la sequía”, señala la investigadora, “y a veces causan muerte súbita y otras un decaimiento paulatino”.
Este patógeno fue detectado en 2008, “y ya está por toda la Reserva Biológica”, asegura.
Los alcornoques de la pajarera de la Reserva Biológica de Doñana fueron numerados en 1963, en una de las primeras acciones tras la creación de la EBD, dirigida por José Antonio Valverde.
Los guardas Pepe Boixo y Antonio Chico clavaron tablillas con el número en un total de 454 ejemplares adultos.
Margarita Ramo los revisó todos en 2010 y “el 30% habían muerto”, algunos por la edad, y otros por la salinización del suelo debido a las aves que nidificaban en ellos, en algunos casos más de 100 nidos por ejemplar.
“En un estudio vimos que la mortalidad de los árboles en la pajarera era el doble de los que no estaban ocupados por nidos”, ha precisado.
Las aves ya no usan los alcornoques restantes en la pajarera para nidificar, pues se han trasladado a árboles de ribera cerca del Palacio de Doñana.
“Afirman algunos compañeros que un macho joven de águila imperial hizo el nido en la pajarera y eso espantó a las aves”, comenta Ramo.
En ese paraje sí queda para siempre el guarda mayor Pepe Boixo, quien pidió que sus cenizas se depositaran al pie de su alcornoque favorito. EFEverde
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