La temperatura, en invierno, y el hábitat o entorno natural, en primavera son variables que determinan una mayor presencia de especies que, en las aves, está marcada además por el gasto energético y el alimento.
Eso concluye el estudio “Environmental determinants of seasonal changes in bird diversity of Mediterranean oakwoods”, publicado por la revista especializada “Ecological Research”, en el que intervienen investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad Autónoma de Madrid (UAM).
La distribución y diversidad de las especies a lo largo del año, en los ecosistemas templados está marcada por las variaciones abióticas, como el sol, el aire, el agua, el relieve o la luz, que influyen de forma diferente en cada estación.
La composición local de las comunidades -dice el resumen del estudio- depende tanto de factores generales de carácter abiótico (temperatura) como de otros bióticos (foliación).
Los factores específicos, señala el escrito, cambian a lo largo del año y causan un efecto distinto en cada estación. Así, la temperatura contribuyó a aumentar la riqueza de especies en invierno, pero la disminuyó en primavera.
Las aves, en las que se centra el trabajo, prefieren en invierno bosques maduros, con temperaturas nocturnas más altas, probablemente para reducir el gasto energético implicado en la pérdida de calor durante las largas noches invernales.
En primavera, generalmente la época reproductora, prefieren bosques de menor altitud, con temperaturas más suaves a mediodía, presumiblemente para evitar el estrés asociado al calor estival.
El trabajo concluye, asimismo, que las aves prefieren “áreas de meteorología menos errática” y bosques donde la aparición de las hojas en los árboles atraen pronto a los invertebrados, presas de las especies insectívoras.
La investigación, a cargo de un equipo del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC) y del departamento de Ecología de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), recopila datos recabados durante dos años en bosques caducifolios del centro peninsular, donde se midió de forma continua temperatura y luz.
Además, se documentó el cambio del hábitat para estudiar la influencia de sus distintos componentes, y se siguió el desarrollo de la vegetación para comprobar de forma indirecta la aparición de las presas de las que se alimentan las aves.
Este tipo de respuestas cambiantes de la especies al medio son, sin embargo, difíciles de incorporar a los modelos que evalúan las modificaciones de distribución y biodiversidad ante el cambio climático, concluyeron los expertos.
“Ecological Research” es la revista en ingles que publica desde 1986 la Sociedad Ecológica de Japón. EFE