El lobo ibérico y el sector ganadero pueden convivir “sin grandes problemas” pues son “perfectamente compatibles” en opinión de las organizaciones ecologistas y numerosos ganaderos, pero para ello es necesario “cambiar perjuicios” y aplicar medidas “adecuadas” desde las administraciones.
La penosa imagen del lobo ejecutado y colgado de una señal de tráfico en el municipio asturiano de Lena el pasado 25 de marzo simboliza el actual conflicto en torno a este gran cánido cuyo futuro está en juego, acosado por diversos intereses.
Sin embargo, la historia de su especie es la de un superviviente: a mediados del siglo XIX se extendía prácticamente por toda la península ibérica, la caza y el veneno redujeron su hábitat a un mínimo histórico en 1970 y, desde entonces, ha logrado recuperarse por sí mismo, sin ayudas específicas.
Hoy día sus principales poblaciones se encuentran en Castilla y León, Galicia y Asturias, además de puntos de los Pirineos (Cataluña) y Sierra Morena (Andalucía).
Protección legal
En 2005 fue aprobada la vigente Estrategia Española de Conservación y Gestión del Lobo, marco de referencia que luego cada Comunidad Autónoma adapta a su propio territorio.

Desde el punto de vista peninsular, el río Duero marca la diferencia en su nivel de protección legal, aunque “no se puede decir que sea excesiva” según denuncia Theo Oberhuber, coordinador de Ecologistas en Acción ya que “es el único gran carnívoro que no figura en el Catálogo Español de Especies Amenazadas (CEEA) y actualmente mueren tantos ejemplares de forma legal como ilegal… Matarlos resulta prácticamente gratis.”
La principal excusa es el riesgo que suponen para la ganadería pero Oberhuber cree que el problema radica en “la falta de un plan de gestión coherente” desde las Administraciones, que “ni siquiera se toman la molestia de conocer los problemas de los ganaderos”.
“Ecologistas y ganaderos no somos enemigos en absoluto…, nosotros queremos compatibilizar la subsistencia del lobo con la de este sector primario, porque es posible”, insiste.
La frontera
El Duero es una frontera real en la percepción del peligro: al sur del río, en tierras segovianas, Fernando Pastor asegura que “aquí siempre ha habido pastores y ganado pero no lobos”, cuyos daños no se limitan a los animales muertos sino que “afectan al rebaño entero por el estrés traumático; los animales que quedan vivos dejan de dar leche, abortan, no cubren… Todo eso son perjuicios que nadie nos paga”.
Como otros ganaderos castellanoleoneses, Pastor critica la gestión administrativa: “la Junta de Castilla y León dice que el lobo es suyo pero nos obliga a pagar un seguro en lugar de abonarlo ella…, es tan absurdo como si tu perro me atacara y yo tuviera que pagar ese seguro por si me muerde, en lugar de pagarlo tú como dueño que eres”.
Además, “la Junta paga una franquicia de 300 euros, pero si el estropicio es mayor, al final acabamos pagando nosotros porque nos suben las cuotas al año siguiente, así que sólo sale a cuenta si no tienes ataques; pero entonces ¿para qué quieres seguro?”

Al norte del río, en tierras zamoranas, el ganadero Alberto Fernández no tiene miedo al lobo pues “mi seguro son mis 11 mastines, jamás he tenido un ataque y eso que es raro el año que no veo lobos dos o tres veces cuando ando por el monte”.
“Siempre hemos convivido porque es necesario para nuestro ecosistema aunque es un animal peligroso” y sometido a “mucha picaresca” pues “a menudo cuando aparece un animal muerto se dice que fue el lobo” cuando “la mitad de las veces suele ser el zorro, un animal oportunista, muy listo” o perros domésticos asilvestrados.
Fernández concluye: “lobo vivo, sí, pero gestionado…, la Junta no tiene estrategia más allá de los seguros.”
Daños “insignificantes”
Jorge Echegaray, licenciado en Ciencias Ambientales, confirma que “aproximadamente el 25 % de los incidentes con lobos son culpa de perros asilvestrados” y el daño en la ganadería “que suele usarse como argumento para matar, es en realidad insignificante…, menos del 1 % de la cabaña ganadera en extensivo”.
En su opinión, la convivencia es posible tomando tres medidas concretas: la recogida nocturna del ganado en lugar de dejarlo al aire libre, la rehabilitación de la figura del pastor y la presencia de perros de guardia adecuados.

“En Alemania o los países escandinavos, las ayudas se dan a priori, con un fin preventivo, para dotar al ganadero de herramientas adecuadas como por ejemplo el pastor eléctrico”, un instrumento que también se utiliza en España y que básicamente consiste en una malla de entramado de nailon con hilos de metal que se conecta a una batería eléctrica que ejecuta descargas regulares.
El pastor eléctrico sirve igualmente para alejar a los depredadores y para mantener agrupado al rebaño.
“Lo que no se hace en el norte de Europa es pagar compensaciones por ataques, pues la Administración considera que el ganadero ha debido protegerse bien con las ayudas recibidas y, si hay incidentes luego, se deben a una gestión no adecuada de esos recursos”, precisa Echegaray.
Entre las medidas que reclama Ecologistas en Acción para salvar al lobo ibérico figura la elaboración de un censo global con metodología “sólida” puesto que “hoy día no sabemos cuántos hay exactamente, sólo estimaciones, y se regula en función de ellas”.
También exigen su definición como especie no cinegética al incluirlo en el CEEA, la elaboración de una estrategia nueva para su conservación con objetivos “cuantificables, por tanto evaluables”, la puesta en marcha de un plan de recuperación al sur del Duero y en especial en Sierra Morena o la promoción de medidas contra el furtivismo y los envenenamientos, entre otras. EFE
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