Por Caty Arévalo.- Madrid, 22 oct (EFEverde).- Los desacuerdos tanto en materia de ambición como en financiación para la mitigación y adaptación al cambio climático han marcado la última ronda de negociaciones climáticas previa a la Cumbre de París, y han dejado un texto de acuerdo lleno de opciones que complicará la adopción de un gran pacto global de lucha contra el calentamiento.
A tan solo seis semanas de esa Cumbre, las tensiones entre países han invadido la última ronda de negociaciones, celebrada esta semana en Bonn, y lo que el lunes era un borrador de acuerdo de 20 páginas hoy se ha convertido en un texto de 55 que no concreta casi nada al poseer 1.490 paréntesis (frente a los 231 anteriores) en los que todavía se contemplan casi todas las opciones.
La mayoría de los puntos del acuerdo cuentan con varias propuestas de redacción diferentes y, como ha reconocido en una rueda de prensa la jefa del equipo negociador de la Unión Europea, Elina Bardram: “están muy lejos de donde deberían de estar”.
El fantasma con “C”
La tensión y el desacuerdo han provocado la aparición en las negociaciones del fantasma del que nadie quiere oír hablar, pero cuyo nombre ha osado a pronunciar, muy enfadada, la representante de Venezuela, Claudia Salerno: “Yo ya he visto esta película… espero que no sea una muy, pero que muy mala segunda parte de Copenhague” (en relación a la última cumbre en la que se trató sin éxito de lograr un pacto climático).
En una rueda de prensa al término de la reunión de Bonn, la embajadora francesa en las negociaciones, Laurence Tubiana, ha tratado de evadir al fantasma recordando que a Copenhague se llegó con un texto de casi 300 páginas.
“El texto no es agradable de leer pero es manejable y tiene una buena estructura”, ha remarcado Tubiana, quien ha asegurado que el Gobierno francés no va a presentar ningún documento alternativo y que el texto llegará a los negociadores el 1 de diciembre tal cual ha quedado hoy.
La cumbre empieza el día 30 de noviembre, lunes, pero la embajadora francesa ha avanzado que ese día el Gobierno francés quiere arrancar con un buen número de jefes de estado para “dar impulso político” a la negociación.
Los tres asuntos que fundamentalmente han complicado las negociaciones a última hora no son nuevos y si algo sorprendía es que no hubieran estallado antes: se trata de la ambición, la financiación y la diferenciación entre países desarrollados y en desarrollo.
Más ambición
A pesar de que el texto haya crecido, la directora de la Oficina Española de Cambio Climático, Valvanera Ulargui, se mostraba contenta de que la Unión Europea haya introducido más ambición en el borrador de la que había hace cinco días.
Ulargui valora haber logrado introducir nuevo texto marcando un objetivo de reducción de emisiones a largo plazo, que para los países de la UE pasa por una reducción de emisiones mundial de entre un 70 y un 95% en 2050 respecto a los niveles de 2010 y por cero emisiones en 2100.
También ha considerado positivo que el borrador recoja reglas de transparencia y mecanismos para revisar al alza los compromisos de reducción, así como que incluya la regulación de emisiones del transporte marítimo y de la aviación.
El dinero
Por su parte, un importante grupo de países en vías de desarrollo (fundamentalmente el G77 y China) han clamado que el borrador de 20 páginas que se manejaba hasta ahora era “extremadamente desequilibrado” y no reflejaban sus puntos de vista.
Esos algo más de 130 países, que aglutinan al 80% de la población mundial, persiguen una promesa clara y por escrito de que los países ricos contribuirán económicamente a su mitigación y adaptación al cambio climático fundamentalmente por dos vías.
Una de ellas es el Fondo Verde para Clima, que debería recaudar 100.000 millones anuales a partir de 2020, de fuentes públicas y privadas; y la otra es el llamado “Mecanismo de Pérdidas y Daños” originados por el cambio climático, con el que estos países buscan compensaciones por los daños ocasionados por el cambio climático.
Gran parte de sus reclamos han sido añadidos como opciones al texto sumándole alrededor de 14 páginas, si se ponen juntos punto por punto, pero nada garantiza que vayan a estar en el posible pacto final.
“Dijeron que era un documento desequilibrado. Ahora es equilibrado. La mala noticia es que no es tan claro ni tan conciso como era al comienzo”, ha afirmado la secretaria del convenio de Naciones Unidas para el Cambio Climático, Christiana Figueres, quien ha reconocido que un ciudadano de a pié “sería incapaz de entender el texto”.
En el llamado bloque de los “países ricos”, ni la Unión Europea ni Estados Unidos se niegan a incluir la financiación aunque si son reticentes a expresarlo con palabras comprometedoras (dada la gravedad y magnitud económica de lo que puede estar por venir), y, en cualquier caso, quieren que la terna de los donantes entren países como China, que el pasado mes ya anunció 3.000 millones en ayudas a la adaptación.
La diferenciación
Esos mismos países han vuelto a sacar a relucir también el tema de la diferenciación, odiado por la Unión Europea porque hace referencia a una división en países pobres y ricos de 1992, que dista mucho en algunos casos del panorama actual.
“Es lamentable ver algunos países retomar la retórica anticuada que divide a los países con datos de 1990“, ha dicho la negociadora jefe de la UE.
Mientras 2.000 delegados discutían en la sala de negociaciones, alrededor de una decena de activistas de Climate Action Network, CAN, (que engloba a 1.000 organizaciones de la sociedad civil que reclaman acción climática) han protestado frente a la sala del Plenario de Bonn pidiendo que el acuerdo de París mantenga el límite de aumento de temperatura en 1,5 grados, en lugar de en 2, algo que suscriben alrededor de 100 países, generalmente los más vulnerables.
La cifra de los 1,5 grados sigue estando en el texto al igual que la de los 2, que previsiblemente será la que perdure.
Una señal para la inversión
Martin Kaiser, portavoz de clima de Greenpeace ha incidido en que es vital que el objetivo de la descarbonización a largo plazo se mantenga en el texto y a los mercados les quede claro que “deben de pasar de las inversiones marrones a las verdes”.
En una rueda de prensa de la CAN, Kaiser ha restado importancia a estas tensiones de última hora: “Todo el mundo quiere jugar sus ultimas cartas“, y ha advertido que debe “prevalecer la cifra de estabilizar el planeta por debajo de los 1,5 grados” y crearse “un mecanismo fuerte de revisión de los compromisos”.
“Sabíamos que el problema de la financiación se estaba dejando para el último momento porque es la pelota caliente, pero ese momento ha llegado”, ha dicho en la misma rueda de prensa Tasneem Essop, portavoz de WWF.
Una inyección
Negociadores y activistas coinciden en que a París llega un texto extremadamente complejo que necesitará “de una fuerte inyección política” de los gobernantes de todo el mundo y del inconmensurable esfuerzo diplomático del Ejecutivo francés para convertirse en un pacto climático “justo, ambicioso y transformador”.
La directora del Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales (IDDRI) de París, Teresa Ribera, ha explicado que “a pesar de los avances sustantivos, la situación está tan abierta que deja en manos del Gobierno francés la capacidad de sacar lo mejor de cada uno”.
Así, el presidente de la COP y ministro de exteriores francés, Laurent Fabius, tiene un gran esfuerzo diplomático por delante en la “pre-COP” o reunión informal de ministros que tendrá lugar el 8 y 9 de noviembre en París, así como en la inauguración de la Cumbre de París, para la que ya han confirmando su presencia 80 líderes mundiales.