El confinamiento por la pandemia de coronavirus ha favorecido que los linces elijan estructuras humanizadas para parir por la sensación de seguridad y las condiciones de temperatura y tranquilidad de las fincas, según han constatado los técnicos.
Esta actitud “poco habitual” y “excepcional” de tres linces se ha producido en instalaciones que son visitadas con asiduidad por ganaderos o propietarios de las fincas en las que se ubican para realizar sus labores de trabajo ordinarias, ha destacado este sábado un informe de la Consejería andaluza de Agricultura, Ganadería, Pesca y Desarrollo Sostenible.
Uno de estos casos confirmado por los técnicos ha ocurrido con “Granadilla”, una de las hembras fundadoras del área de reintroducción de Guarrizas (Jaén), que nació en la primavera de 2010 en el Centro de Cría del Lince Ibérico La Olivilla y fue liberada junto a su hermana “Grazalema” en los cercados de presuelta de este área.
Amos ejemplares fueron los primeros linces procedentes del programa de cría en cautividad que se liberaron en el medio natural.
Tras su liberación, “Granadilla” se estableció con “Granizo”, procedente de la subpoblación de Andújar-Cardeña que se reintrodujo junto con ellas en el cercado, y se reprodujo por primera vez en 2012, lo que han repetido todos los años excepto en 2014.
Para los primeros partos eligió cuevas naturales existentes en el área, pero en las dos últimas anualidades ha usado por primera vez estructuras humanizadas para criar.
El año pasado su parto coincidió con lluvias intensas, por lo que cambió a sus cachorros a una nave de aperos donde se guarda paja y los volvió a llevar a la naturaleza cuando acabó de llover.
Este año ha decidido parir de nuevo en el pajar, donde entraba a diario el ganadero a recoger alpacas y ha mantenido a los cachorros hasta que contaban aproximadamente con un mes y medio de edad, momento en el que los ha cambiado nuevamente al área de vegetación cerrada del pasado año.
Este año se han constatado dos nuevos eventos de hembras que han utilizado por primera vez cubiles en estructuras humanizadas.
“Koshka” ha criado en otro pajar y una hembra desconocida ha utilizado un antiguo jaulón donde almacenaban restos de mallas en un cortijo cerca de Vilches (Jaén).
Para parir, “Koshka” ha construido un cubil de al menos un metro de profundidad y con grado de inclinación de 45 grados en una de las alpacas de paja almacenada y ha mantenido a los cachorros allí hasta que contaban con al menos seis semanas.
Por su partes, la hembra que utilizó el jaulón mantuvo los cachorros durante aproximadamente cuatro o cinco días para después cambiarlos a una ubicación desconocida, y los mantuvo en la estructura humanizada a pesar de que el propietario del cortijo estaba en la parcela haciendo leña a diario. EFE