“Seda de caballo” es una retrospectiva en la que se hace un recorrido por la trayectoria del artista,maestro de la naturaleza muerta, desde 1981 hasta la actualidad, y en ella se reflejan los aspectos más destacados de su estética, marcada por el fondo poético y la necesidad de la contemplación por parte del espectador.
Junto con las imágenes, en la muestra se exhiben dos instalaciones, la que da nombre a la exposición, una gran esfera formada por una estructura de cedro y seda de caballo, y la montaña de extracto de cúrcuma que recibe al visitante con su intenso color amarillo anaranjado y los sonidos de cantos de ballena.
Todo ello, junto con la proyección de la “Tabla Bwa” que el artista realizó en 2007, dan paso al territorio de Vilariño, un territorio que se mueve en el límite que une la vida y la muerte y que comienza en las salas de Tabacalera con la exhibición del gran políptico de “Los pájaros” y el de “Cabezas/Sueños”.
A continuación se muestran imágenes en blanco y negro agrupadas bajo el título “Bestias involuntarias” en las que Vilariño retrata animales junto con herramientas cotidianas, estableciendo un dialogo de vida y muerte entre ambos.
En este recorrido se pueden contemplan los “Fragmentos de un paisaje”, serie compuesta por fotografías de la naturaleza extremeña, mientras que el color y la idea de la muerte son protagonistas de “Paraíso fragmentado”, un mosaico de naturalezas muertas formado por 15 fotografías.
En cada una de estas fotografías, un pájaro, un lagarto o una serpiente yacen inertes, creando entre todas las imágenes una composición única.
Entre la fotografía y la pintura se encuentran bodegones como “El Despertar”, “Membrillos” o “Granadas”, en los que Manuel Vilariño, partiendo de composiciones aparentemente sencillas, realiza un amplio y profundo estudio de este género artístico.
Las montañas y los océanos son protagonistas de las imágenes que ocupan las dos últimas salas de la amplia exposición , que finaliza con un vídeo en el que el propio artista narra el sentir de su arte.
Un arte que, según el comisario Fernando Castro Flórez, “hace que nos enfrentemos a una estética de una belleza poética incomparable, exigente y sutil, verdadera y, por tanto, sombría”.
Sus fotografías, afirma Castro Flórez en el catálogo, “nos hacen volver a la tierra”, en la que habitan animales oscuros, icebergs o montañas “que nos hechizan e inquietan”.
EFE