Después del fracaso ayer de la negociación de un acuerdo global para restaurar la autoridad de la Comisión Ballenera Internacional (CBI), los países reunidos aquí en Agadir están recogiendo las migajas.
Esta mañana han deliberado sobre la labor del llamado Comité de Conservación de la CBI creado hace unos años para analizar lo que yo llamo amenazas contemporáneas que afectan a las ballenas (cambio climático, contaminación, interferencia sonora, capturas accidentales en redes de pesca, colisiones por buques mercantes, etc.). Esta tarde se ha abierto el tema de la caza tradicional llevada a cabo por los nativos inuit de Groenlandia y los esquimales de Alaska.
Ballenas, moneda de cambio
Por la mañana la estrella del debate ha sido, como era de esperar, el impacto de la marea negra del Golfo de México sobre los cetáceos. Allí viven unas de las últimas ballenas azules (el ser más grande de la creación), cachalotes, y otros numerosos cetáceos. Los cetáceos son vulnerables a las mareas negras por el impacto que suponen sobre la cadena trófica y también porque se pueden topar con manchas de chapapote cuando suben a la superficie para respirar. Ya ha muerto un cachalote desde el inicio de la catástrofe del Golfo de México.
Varios países aprovechan para alertar del peligro que puede suponer para las ballenas los planes de explotación offshore del petróleo del Ártico. La Comisión ballenera ha pedido a su Comité Científico la organización de un taller sobre el tema, para considerar lo que se puede hacer desde este foro. Mezclado en medio de los observadores, en esta reunión, está un representante de la empresa petrolera estadounidenses Exxon Mobile. Mantiene un perfil bajo – de momento.
La cara más fea de la Comisión Ballenera
Esta tarde, ante la petición de Estados Unidos para que los esquimales de Alaska puedan contar con cuotas de pesca para varios años, se manifiesta una coalición sui-generis entre Japón, Islandia y Países de América Latina. Ponen todos trabas contra las peticiones de los esquimales. Con este tema, desde hace décadas, la Comisión Ballenera revela su cara más fea. Los representantes de los cazadores de Alaska están cansados de ser moneda de cambio en medio de las disputas sobre la caza industrial.
Mientras escribo estas notas, a la Ministra de Pesca de Groenlandia le toca defender los intereses de su pueblo. Existe desde hace varios años una controversia sobre el aumento del número de ballenas yubartas que piden los inuit. Algunas organizaciones ecologistas y de protección animal se meten en este debate y se atreven a cuestionar el carácter “aborigen” de la caza. Otras tienen la sabiduría de evitar intervenir en un debate que mezcla, además de ecología y biodiversidad, temas relacionados con los derechos de las minorías, la defensa de la diversidad cultural, la soberanía alimenticia, y el peso de muchos años de paternalismo y marginalización sufridos por los pueblos indígenas del Ártico.
Evidentemente, el futuro de las ballenas del Ártico es frágil – particularmente con la hipoteca del cambio climático. Pero justamente si uno quiere proteger a las ballenas, lo primero es protegerlas del cambio climático, y de paso, proteger también lo que queda de forma de vida tradicional en sus cazadores y familias. Remi Parmentier, http://www.vardagroup.org
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