Marta Montojo y Arturo Larena.- La Convención de la ONU de Lucha contra la Desertificación ha sido “la hermana pobre” de los convenios de la Cumbre de Río de 1992, pese a que es el problema que “amenaza más directamente a los más pobres” y que “pone en riesgo la seguridad alimentaria”, según ha expresado en una entrevista con EFE la vicepresidenta tercera, Teresa Ribera.
La ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico ha conversado con EFE a propósito del Día Mundial contra la Desertificación y la Sequía, del que este año España será la sede con una celebración este viernes en Madrid a la que intervendrán el secretario general de la ONU, António Guterres, y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, entre otros.
Ribera ha destacado los riesgos sociales, ambientales y económicos que presenta la degradación del suelo y la sequía para España, “el país de la Unión Europea de mayor tamaño con mayor riesgo de desertificación y degradación de suelos”, ha recordado, y del que un 20 % del territorio ya está degradado.
Nueva estrategia nacional contra la desertificación
Así, ha resaltado la urgencia de actuar a nivel doméstico, con medidas como la nueva Estrategia Nacional de Lucha contra la Desertificación, que revisa los mecanismos incluidos en el Programa de Acción Nacional contra la Desertificación (aprobado en 2008) y que “en las próximas semanas” se llevará al Consejo de Ministros.
La Estrategia actualiza la información gráfica de la desertificación en España con un atlas que mostrará las zonas más afectadas y ayudará a identificar las causas y posibles actuaciones en cada región, según ha avanzado la ministra.
“La combinación de estrés hídrico, de exposición a químicos y de mayor impacto del cambio climático convierte el sureste de la península en un territorio en peligro con suelos vulnerables”, ha precisado Ribera, aunque ha lamentado también el deterioro en otros puntos de la geografía española.
Degradación de los suelos
Pese a que la degradación de los suelos compromete la capacidad productiva de las cosechas, favorece las tensiones hídricas, fomenta la generación de incendios, amenaza el suministro energético y merma la biodiversidad -entre otras consecuencias-, la ministra juzga que falta sensibilización.
Mientras que la crisis climática ha sido “un elemento vertebrador en muchas de las respuestas, tanto en la estrategia empresarial como en las demandas sociales, y la biodiversidad ha sido también algo de preocupación para parte de la sociedad”, el nivel de percepción de riesgo de desertificación en la calle “es muy inferior”.
Además del nuevo plan contra la desertificación, la ministra ha destacado otras políticas recientes que están “conectadas”, como la estrategias de infraestructuras verdes “que garantiza la existencia de corredores ecológicos”, de adaptación al cambio climático o “De la granja a la mesa”, la nueva estrategia alimentaria de la UE.
Esta última, que “incorpora la visión social y ambiental en un sentido “mucho más obvio”, “aparece recogida en un país que, para seguir siendo la huerta [de Europa], necesita garantizar que tiene suelo para producir”.
Un fenómeno global
En vista de que el peligro se agrava a causa del cambio climático, Ribera ha subrayado la necesidad de “reforzar la respuesta a nivel internacional”, teniendo en cuenta también las dimensiones globales del fenómeno.
“Pensemos en las consecuencias más allá de nuestras fronteras; en el impacto que tiene la degradación de los suelos en las zonas limítrofes, en el África subsahariana, y en cómo la combinación entre desertificación, impactos del cambio climático y pobreza se convierte en un arma letal”.
Este problema triple, ha agregado, “amenaza muy seriamente la seguridad alimentaria, deteriorando los avances en reducción de pobreza y extrema pobreza, poniendo en riesgo la supervivencia de las comunidades locales y generando tensiones de conflicto o supervivencia a nivel local que fuerzan la migración”. EFEverde

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