El activista, escritor y periodista sueco Andreas Malm, en una imagen cedida por la editorial.

FASCISMO FÓSIL

Andreas Malm: “La lucha antifascista y la climática van de la mano”

Publicado por: Marta Montojo Torrente 23 de mayo, 2024 Madrid

Madrid, 23 may (EFE).- Referencias al calentamiento global como “una mentira”, del presidente de Argentina, el ultraliberal Javier Milei, o como “la mayor estafa de la historia”, en palabras del líder de Vox, Santiago Abascal, una apuesta por el modelo continuista basado en petróleo y gas y un rechazo general a las políticas climáticas. Es el posicionamiento hegemónico en la extrema derecha alrededor del mundo.

Desde AfD en Alemania a Donald Trump en Estados Unidos, pasando por Jair Bolsonaro en Brasil o Vox en España, la ultraderecha se aferra a los combustibles fósiles como defensa del modo de vida imperial. La crisis de mitigación -surgida de los esfuerzos para desarticular un modelo de producción y consumo global basado en las fuentes de energía contaminantes para descarbonizar la economía y reducir las emisiones de gases invernadero- puede servir a la extrema derecha para fortalecer esos discursos xenófobos, sostiene Andreas Malm, escritor, activista y periodista sueco, en ‘Piel blanca, combustible negro. Los peligros del fascismo fósil’.

“Podemos concebir la posibilidad de que el colapso climático interactúe con otras crisis, por ejemplo, relacionadas con las finanzas, el desempleo, las desigualdades, la geopolítica, los armamentos, la calidad del suelo, la biodiversidad, el colapso de la población de insectos, el estado de los océanos; de hecho, cuesta imaginarse una crisis climática pura. No faltan candidatos para adentrarnos en una sobredeterminada «crisis existencial de la nación y de la civilización liberal moderna» (...). Cada uno de los componentes ecológicos posee una lógica inherente similar al calentamiento global. Si dejamos que se deterioren, tarde o temprano podrían provocar una crisis de mitigación en la que algunos estratos de la base material del modo de producción capitalista -con la agricultura industrial intensiva la primera de la fila, tal vez- deban ser puestos bajo control público y restructurados de forma radical, si no —o a la vez—, entrarán en acción una serie de crisis de adaptación”, escribe Malm.

En su último ensayo publicado en España -editado por Capitán Swing y firmado junto al Colectivo Zetkin-, el autor y afirma que estamos ante una “fascistización fósil”.

Allí donde los ultraderechistas llegan al poder, arguye Malm, “las emisiones se disparan”, estas fuentes de energía -que son las principales culpables del cambio climático- se extraen “más rápido que nunca” y “el tiempo se va al carajo, esencialmente”, dice en una entrevista con EFEverde.com.

Así, concluye el autor, “para progresar en el frente climático tenemos que asegurarnos de que la extrema derecha se mantenga fuera del poder”.  Y sentencia: “La lucha antifascista y la climática van de la mano”.

 

El líder de Vox, Santiago Abascal (i), junto a Javier Milei (d), presidente de Argentina, tras su intervención en la convención política de Vox "Europa Viva 24" en el Palacio de Vistalegre, en Madrid. EFE/Rodrigo Jiménez

Fascistización fósil

El libro explora las raíces imperialistas de los combustibles fósiles, y cómo estas fuentes de energía han estado ligadas a la blanquitud.

“El nacimiento original de la quema de combustibles fósiles a gran escala ocurrió en el imperio británico, en el contexto del poder imperial sobre los no blancos en todo el mundo”, resume Malm por videollamada. “Y la energía de vapor se utilizó para extender la supremacía británica blanca. Fue concebida explícitamente como una tecnología que manifestaba la superioridad de los blancos sobre los no blancos no civilizados”.

Uno de los grandes cambios que ha sucedido es que las antiguas colonias tienen ahora potentes industrias de combustibles fósiles y su economía se basa en estas fuentes de energía, apunta el escritor, que usa como ejemplo el caso de la India, clásica colonia de la corona del Reino Unido. “Hoy en día, la India ha copiado a su antiguo amo al tener una economía que se basa en gran medida en el carbón. Y hay un partido de extrema derecha en la India, el BJP, que parece que va a ganar las elecciones, y que aboga por la expansión masiva y continua del carbón y lo vincula a su proyecto nacionalista con la idea de que el carbón es un recurso indio que debe ser explotado. Y esto, por supuesto, está vinculado al nacionalismo hindú que también es muy hostil a la población musulmana”, abunda Malm.

Francia y un par de otras potencias imperiales trataron de hacer lo que los británicos hicieron, explica el también periodista sueco. “Pero esencialmente era el imperio británico el que forzaba los combustibles fósiles en todo el mundo, y tuvo éxito en el sentido de que desde Australia a EE.UU. a Nigeria o a la India, las partes del mundo que el imperio británico controlaba se han convertido después en centros de producción de combustibles fósiles”.

Además, se han mantendido “relaciones imperiales muy clásicas” con grandes empresas de petróleo y gas con sede en el Norte Global que utilizan a las periferias para extraer más combustibles fósiles, argumenta Malm. Es el caso, señala, de Total, por ejemplo. La petrolera francesa “tiene una relación colonial muy clásica con partes del África subsahariana, en la que Total va a países como Mozambique y extrae sus combustibles fósiles, obtiene enormes beneficios y destruye bastante territorio en el proceso”.

Tras la extracción, además, el uso de esos combustibles, que emite gases de efecto invernadero, agrava el cambio climático y destruye por tanto los medios de subsistencia de las personas en el Sur Global, “por lo que el patrón imperial clásico está ahí también de esta otra forma”, sostiene el activista, que también publicó en España otros ensayos como ‘Capital fósil’ (editorial Capitán Swing), ‘El murciélago y el capital’ y ‘Cómo dinamitar un oleoducto’ (editorial Errata naturae).

Malm distingue el fenómeno de reacción de la extrema derecha frente a la hipotética crisis de mitigación frente a una de adaptación. La primera, detalla, ocurriría cuando al atajar las fuentes del problema -los combustibles fósiles- la ultraderecha defiende agresivamente esas fuentes. La segunda sería aquella en que “hay escasez de recursos, debido al calentamiento global, y la extrema derecha interviene para evitar esa redistribución, ese reparto de lo poco que queda a otras personas”.

Crisis de adaptación

Y, tal y como avanza también en sus informes el máximo órgano intergubernamental de científicos climáticos a nivel mundial, el IPCC, “en ausencia de una mitigación real, tendremos más y más de estas crisis de adaptación”, subraya Malm.

De hecho, en su libro el escritor analiza la reacción xenófoba que generó en Europa la llegada de migrantes que huían del conflicto en Siria, que había sido propiciado en parte por la intensa sequía que afectó al país especialmente entre 2006 y 2010.

En Europa, las recientes guerras del agua que ha desatado la construcción de megaembalses en Francia podrían anunciar lo que aguarda un futuro con más escasez hídrica, aduce Malm. La creación de estas reservas alternativas para uso agrícola avivó protestas masivas por el acceso al agua en lugares como Sainte-Soline, donde en marzo de 2023 se reportaron violentos enfrentamientos entre la policía y los manifestantes, entre los que se contaron más de 200 heridos. “Y ahí, por supuesto, las fuerzas de la derecha son las que piensan que debemos aplastar la resistencia contra estos embalses de agua”.

“Una forma de entender el auge de la extrema derecha a principios del siglo XXI es verlo como una reacción — primero preventiva y luego directa- al momento de la verdad de la crisis climática, cada vez más inminente”, reflexiona Malm en el libro. “Algunas de las profundas fuerzas estructurales de la sociedad que se resisten a cualquier transición parecen haber gravitado hacia este polo político. Según esta lógica, cuanto peor es la crisis, mayor es su atractivo, y estas tendencias no solo atañen a la mitigación”. EFEverde

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