Cuentan los cronicones, tanto hispanos como franceses, las batallas que durante la guerra contra Napoleón se produjeron en las cercanías de Auñón, en la Alcarria de Guadalajara, una villa cuyo puente, llamado romano aunque ciertamente no lo es, fue paso esencial para comunicar esta provincia con Cuenca y escenario de duros enfrentamientos.
Este puente medieval en realidad, bastante deteriorado hoy, cruza el rio Tajo (aguas abajo) a la altura de la presa de Entrepeñas, paraje cuya morfología hace entender la importancia militar que para invadidos e invasores tenía ese paso. Se trata de un cañón de acceso complicado y que podía ser defendido desde las alturas con cierta eficacia.
Ciertamente un lugar ideal para los guerrilleros que por allí anduvieron. Dos protagonistas muy conocidos pelearon por estos pagos: por un lado Juan Martín Díaz, el Empecinado y por otro Joseph Leopold Hugo, padre del escritor Víctor Hugo. Ambos protagonizaron, con sus soldados y guerrilleros hasta 32 batallas en aquella zona, por lo menos según relata en sus memorias el general francés.
No de interés para esta web la estrategia militar pero sirva este apunte histórico de pretexto para un pequeño recorrido desde Auñón hasta los conocidos hoy como jardincillos y que son ya parte del entorno de la prensa Entrepeñas. Evidentemente el recorrido se puede hacer a la inversa, algo incluso más aconsejable, porque existe en esos jardincillos espacio suficiente para aparcar, si es que se va con vehículo propio.
Una ruta en Red Natura 2000
También se puede hacer el recorrido entre los dos pueblos aunque esto supone un total de 18 kilómetros aproximadamente, atravesando la riqueza ambiental de la zona que ha permitido su inclusión en los espacios de la Red Natura 2000 de la Unión Europea.
Se empiece por Auñon, por Sacedón o los jardincillos de la propia presa, habrá que tener en cuenta que, aunque el recorrido no es demasiado extenso, si tiene alguna dificultad sobre todo en la zona conocida como la visera, una rampa pronunciada que hay que tomar con calma para, además, observar con tranquilidad las vistas que desde ese camino hay sobre el valle del Tajo, no acabar cansado sin necesidad.
También desde ese camino, que discurre durante un tramo encajonado entre rocas que impresionan y que a veces sufren algún que otro desprendimiento por lo que habrá que tener cierta precaución, se puede ver a la derecha según se desciende, una especie de casetilla conocida como el “chivatillo”.
Esta caseta que hoy sirve de mirador, justo desde la parte opuesta a la visera, era utilizada durante la construcción de la presa para vigilar a los trabajadores desde allí (de ahí su apodo) y ver si todos cumplían estrictamente con su obligación.
El recorrido es de unos 9 kilómetros (de pueblo a pueblo) e incluye algunos tramos de carretera en los que habrá que estar atento pues la circulación es abundante. Sin embargo, no son muchos, así que no hay motivo para el desánimo.
Es aconsejable hacerlo en primavera o también en los primeros días del otoño porque las condiciones del tiempo son las más favorables, con los días con más luz pero sin los rigores del calor que allí en verano aprieta fuerte.
Por supuesto reserva de agua, calzado muy cómo y la cámara bien “engrasada” porque las posibilidades de hacer fotos muy interesantes son enormes.
La vegetación está constituida fundamentalmente por pinos que fueron parte de un plan de repoblación forestal que coincidió con la construcción de la presa que fue inaugurada en 1953.
En recorrido está dominado y protagonizado por las aguas del Tajo que allí se almacenan, con mayor o menor fortuna según sea el año hidrológico, y que sirven también para abastecer al río Segura desde la construcción del polémico trasvase.
En resumen, un recorrido cómodo en el que la naturaleza se una con la historia antigua y reciente para disfrutar y recordar. EFEverde
Sobre la Red Natura 2000
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