Efeverde.- El desarrollo de Bancos de Conservación para compensar los daños ambientales “residuales” o inevitables de la construcción infraestructura, es la última iniciativa legislativa del Gobierno que mantiene en vilo a los ecologistas, quienes temen que se convierta en un mecanismo de especulación con la naturaleza.
Los Bancos son un mecanismo previsto en la nueva Ley de Evaluación Ambiental, que el Gobierno se plantea aprobar mediante un Real Decreto.
El funcionamiento de esos Bancos de Conservación o Hábitat sería parecido al de los mercados de emisión: las promotoras de infraestructuras tendrían la posibilidad de compensar el daño ambiental causado comprando créditos para que se desarrollen proyectos de conservación en otros lugares, en una cantidad equivalente a la magnitud del impacto causado.
Esos créditos pueden ser generados y vendidos por particulares, organizaciones o empresas que promuevan proyectos de conservación que se consideren apropiados para “convalidarlos” por los daños en otras zonas.
En la reunión que mantendrán hoy con el secretario de Estado de Medio Ambiente, Federico Ramos, los ecologistas le insistirán en que el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente (Magrama) retire el borrador de Real Decreto de Reglamento de Bancos de Conservación.
Temores ecologistas
Sus principales temores son que pueda convertirse en una herramienta de “especulación” y que facilite la construcción de infraestructuras de gran impacto.
“Tal cual están planteados, los Bancos darían más facilidades en la Declaración de Impacto Ambiental, ya que justificarían infraestructuras de gran impacto por la existencia de este mecanismo, supuestamente maravilloso”, explica a Efe Luis Suárez, responsable de Especies de WWF.
Otra de las objeciones de los activistas es que esta herramienta “somete a la biodiversidad biológica a las reglas de la oferta y la demanda”, tal como dijo el coordinador de Ecologistas en Acción, Francisco Segura, cuando el Gobierno la planteó.
“La biodiversidad no se puede comprar ni vender”, agrega Suárez, quien alerta de la “especulación” que pueden generar los créditos, ya que hay quien “puede comprarlos a bajo coste para luego revenderlos a las empresas”.
Su compañera de departamento, Gema Rodríguez, técnico de Especies de WWF, también cree que “la puesta a disposición de un mecanismo de mercado para regular las compensaciones podría abrir puertas al oportunismo y al fraude sin el adecuado control”.
López va más allá y subraya que “la creencia de que los graves impactos generados por grandes proyectos se puede compensar en otro lugar, en el contexto de las graves deficiencias en la evaluación de impacto ambiental existentes en España, es falsa”.
Para argumentarlo, los ecologistas invitan a echar un vistazo atrás en la historia de los estudios de impactos en España, donde “raramente se han evaluado negativamente infraestructuras para prevenir sus daños”.
La fiebre de la construcción
Así, la fiebre de la construcción llevó a “justificar obras imposibles que nunca debieron levantarse abusando de medidas compensatorias, que en pocos casos han estado bien diseñadas o han sido eficaces”, argumentan.
Y frente a ese “fracaso” en la compensación de impactos, la tendencia de la administración, hasta ahora, ha sido “obviar o ignorar la inclusión de estas medidas en las declaraciones de impacto ambiental, además de abandonar sus responsabilidades de control y seguimiento”, afirman.
Con los citados antecedentes, las alarmas han saltado para los ecologistas, ya que consideran que “no se garantizan los recursos suficientes para el control de los bancos, ni para el seguimiento de los proyectos sometidos a evaluación ambiental”.
“No rechazamos la movilización de recursos privados para conservación de la biodiversidad, pero consideramos que los Bancos de Conservación puede tener efectos perversos para dicho fin”, subraya la directora de SEO/BirdLife, Asunción Ruiz.
Además, alegan que los Bancos de Conservación no han logrado “el necesario consejo científico y técnico” sobre su eficacia a la hora de compensar un bien tan frágil como el patrimonio natural.EFE
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