La Naturaleza “no es un lugar funcional para vacaciones, que se pueda simplemente disfrutar, rentabilizar y hasta fotografiar” sino que “puede deteriorarse, entrar en conflicto y amenazarnos”, hay que ser consciente de que “tiene su propio ritmo”, ha señalado a Efe la fotógrafa Paloma Villalobos.
Esta chilena radicada en Madrid, artista, fotógrafa y doctora en Bellas Artes, ha desplegado su obra en escaparates artísticos de todo el mundo, como el Museo Nacional de Bellas Artes en Santiago de Chile, el II Festival Internacional de Fotografía en Italia o el Centro de Arte Contemporáneo en Australia, con el objetivo de “contribuir a una toma de conciencia para un tiempo venidero”.
[box type=”shadow” ]Villalobos critica la relación de la sociedad occidental con el entorno natural debido, en cierta medida, a “la economía neoliberal” que a su juicio “ha alterado, desgastado e incluso hecho desaparecer los recursos naturales y, aún peor, los ha desnaturalizado hasta cosificarlos y mediatizarlos”.[/box]
Por ello decidió enfocar su arte “desde una esfera crítica y transdisciplinar”, lo que considera “esencial” para crear conciencia y “quitarnos el velo en torno a nuestra forma de vivir y relacionarnos con la naturaleza”.
Esta “hacedora de imágenes”, como ella misma se define, emplea distintos soportes, técnicas y materiales para “hacer pensar en la complejidad de los procesos naturales” e insiste en la idea de que “las formas de la naturaleza no son ni aplacables ni previsibles”.
El frío rostro de la Antártida
Muestra de esa implacabilidad es el frío rostro de la Antártida que ofrece en una de sus exposiciones de mayor repercusión, ‘Archivo natural antártico’ donde recoge una selección de las mejores imágenes obtenidas a lo largo de una expedición “espectacular, pero también bastante dura” en la que recorrió los territorios del polo Sur durante 35 días.
Fue un viaje lleno de emociones, donde la experiencia superó a la obra artística”, ha recordado Villalobos, “explorando un continente indomesticable, de fines pacíficos, donde no existen fronteras y está prohibido el uso de armas” lo que emocionalmente la transportó “a una especie de lugar imaginario para los tiempos actuales, donde casi no existe lo salvaje ni lo primitivo”.
Esa experiencia le permitió elaborar también varias conferencias sobre la naturaleza antártica y su condición salvaje, dictadas en Bilbao, Huesca o Alcalá de Henares.
Primeras impresiones en Chile
Aún así, las primeras impresiones artísticas de la fotógrafa, se remontan a la infancia en su Chile natal, primero en el barrio de Peñalolén, en Santiago, y posteriormente en Valparaíso, frente al Pacífico.
El océano y la vegetación “han determinado este paisaje como mi fuente de inspiración” ya que en este país suramericano “la geografía funciona como condicionante físico y emocional, con paisajes que se van fracturando” y, de esta manera, haciendo visible “el estado de incertidumbre y la noción de desvanecerse” que más tarde ha querido inculcar en su obra artística.
Necesidad de “tomar conciencia”
Integrando arte, paisaje y ecología, Villalobos defiende que “lo primero es tomar conciencia de lo que realmente necesitamos” y ello incluye abandonar “la comodidad inventada por la tecnología, impuesta por el mercado para ayudarnos a una supuesta vida mejor que, a mi parecer, en muchas ocasiones no precisamos”.
[box type=”shadow” ]Por eso apuesta por un cambio de sociedad impulsado por “una gran masa de gente” pero al ritmo de cada individuo puesto que “cada uno debe asimilar la condición de vida que lleva, lo que quiere y lo que no quiere”.[/box]
Villalobos concluye recordando que muchos fotógrafos de hoy en día trabajan para, “alojándonos en el flujo brutal de imágenes que nos inunda, hacer pensar y producir sentido…, y hasta sospechar de las mismas imágenes”. EFEverde