El naturalista y divulgador Joaquín Araújo publica ‘Ética y estética ecológicas’, su libro 108 como autor individual, que es una “respuesta de desobediencia esencial con un componente moral” al modelo económico actual que pretende devolver “el amor a la naturaleza”.
Este libro recoge un “código de valores diametralmente diferente” al desarrollo energético y de relaciones económicas imperante en la sociedad, señala Araújo en entrevista con Efeverde.
Porque “no dejamos títere con cabeza” en la sociedad actual, “tanto en las relaciones de género como con las otras culturas, razas y con nuestro pasado”, señala.
Relación con la naturaleza
La relación con la naturaleza actualmente es tan diferente que es como “hacer la guerra a alguien, es la antípoda absoluta, nuestra civilización le hace la guerra a la naturaleza”.
“Evidentemente, no todos los ecologistas, ni todos los naturalistas lo entienden igual”, explica Araújo, pero “en vez de hacerle la guerra, algunos le hacemos el amor a la naturaleza, lo que nos lleva al eslogan de los hippies…”
Lo dice quien se llama campesino, que publica otro libro en los próximos días y tiene otro en imprenta, que figura como coautor en otros 12, ha participado en otras 59 publicaciones, y que está inmerso en el rodaje de una película.
Ética ecológica
Los que “practicamos la ética ecológica, mantenemos relaciones sentimentales con lo vivo, nos parece fascinante vivir, contemplar la vida”, añade, “contrariamente a los principios de la religión monoteista judeo cristiana que empieza por considerarnos una anomalía” y culpables desde el nacimiento hasta la muerte.
Pero la inocencia se “incrementa en el contacto con la naturaleza”, contrariamente a la maldición que se le echa encima, acusándola de “madrastra malévola” por los pocos accidentes que provoca, asegura Araújo.
La naturaleza tiene en sus códigos de actuación la muerte, pero lo más importante es la vida y por cada accidente que hay en la naturaleza, los seres humanos han matado a diez de forma violenta, asevera.
Producto Exterior Bello (PEB)
Es bastante “estúpido” considerar que la naturaleza es una fuerza que nos está fastidiando, sostiene, y anima a apreciar el Producto Exterior Bello (PEB) porque “nuestros paisajes no merecen la indiferencia”, no está en los balances económicos ni de contabilidad, asegura, pero “no todo puede depender del Producto Interior Bruto (PIB)”.
Lo sostiene quien dice trabajar “más horas con el azadón en la mano, porque soy campesino”, que con la pluma, la cámara o el micrófono.
Porque procedemos de procesos y el único tiempo verbal en la naturaleza es el gerundio, escribe, pero “cuando vives en contacto con la naturaleza, entiendes lo que “son los ciclos, la circularidad de la ahora famosa economía circular”.
El esplendor del suelo
“El reloj miente, pero la primavera no”, señala Araújo, y asegura que el suelo tampoco, porque como dice el autor mencionando a George Sand (pseudónimo de la escritora francesa Amantine, Aurore Lucile Dupin), en él “está el verdadero mundo del esplendor”.
El suelo es el “lugar más vivaz del planeta”, dice, porque es más punto de encuentro que el aire, en él no solo concurren los cuatro elementos básico, el sol y su energía, el agua, el aire y los componentes minerales de la tierra, sino que en el primer palmo de la tierra hay mucha fertilidad, que es el futuro de la humanidad.
Y lo manifiesta quien asegura que los proyectos mineros a cielo abierto que se proyectan en España, solo provocan impactos sobre el paisaje y responden a “la especulación” porque los rendimientos de esa minería “no queda en lo local”. EFEverde