José María Cernuda.- De manera genérica, Ley y Clima, expuso el pasado mes de febrero, su punto de vista sobre las energías renovables y el cambio climático y limitaba su número a un total de cinco: la eólica, la solar, la hidroeléctrica, la de las mareas y la biomasa, si bien se cuidaba de señalar que esas eran las energías renovables “por el momento”, a la espera de que, quizás en un futuro, pudieran encontrarse otras.Parece obvio señalar que desde febrero de este año, su número se mantiene invariable.
Nuestro País es una potencia en energía eólica, tanto en capacidad de producción, como en tecnología puntera, y su desarrollo y comercialización se viene exportando casi desde el comienzo de su uso. Las empresas españolas están presentes en todos aquellos países que invierten en energía eólica y su presencia no es meramente testimonial, sino de primera fila.
Al margen de las dudas que suscita que el desarrollo de la eólica y la solar se apoye en la obtención de subvenciones públicas, de su falta de repercusión en la rebaja de las facturas al consumidor y demás polémica que rodea a estas energías, tal y como se trató en el post de Ley y Clima del pasado mes de febrero, es indudable que sus efectos no solo son beneficiosos para combatir el cambio climático, sino que reducen la excesiva dependencia energética que tenemos del exterior, precisamente en energías responsables de la emisión de gases de efecto invernadero como el petróleo y el carbón.
Energía eólica

La normativa ha venido cambiando y está pasando de favorecer y ser el motor de la implantación de la energía eólica, a penalizar su crecimiento con el recorte de las primas, incluso procurando conseguir la aceptación de la retroactividad de sus efectos.
La eólica tiene detractores y defensores a ultranza. Hay quienes señalan que destruyen la estética y el paisaje, hacen ruido y perjudican a la fauna y a la flora autóctona, y que sigue sin solucionarse el almacenamiento de la producción energética cuando falta el viento que la mueve (resuelto, no obstante, con la solar), lo que la obliga a un funcionamiento mixto y en dependencia de otra fuente de energía con la que se debe coordinar para que funcione cuando ella no lo haga. Otros entienden que el coste paisajístico y medioambiental, respecto de la flora y la fauna, se compensa con los beneficios que genera, en especial por su inocuidad en la emisión de gases de efecto invernadero.
Ley y Clima
19 de abril de 2011
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