Cantó el poeta, el mercurio es un mineral enigmático que quiso ser libre como el agua. Una de las principales propiedades que hacen del mercurio un metal especial es, sin duda, su estado líquido a temperatura ambiente. Esta peculiaridad siempre ha atraído al Hombre, y así se han fabricado muchas fuentes de mercurio a lo largo de los tiempos.
La primera fuente de la que se tienen noticias se instaló en el palacio de Medina Azahara, en el salón oriental o salón rico, aunque algunas fuentes prefieren ubicarlo en el alcázar de Córdoba, un texto original de al-Zuhrî (siglos VI/XII) en su Kitâb al-Ya’rafiyya lo describe así:
“Su techumbre era de oro y grueso y puro cristal, lo mismo que sus muros; sus tejas eran de oro y plata. En el centro tenía un estanque lleno de mercurio y a cada lado del salón se abrían ocho puertas, formadas por arcos de marfil y ébano que reposaban en columnas de cristal coloreado, de forma que los rayos del sol, al entrar por esas puertas, se reflejaban en su techumbre y en sus paredes, produciéndose entonces una luz resplandeciente y cegadora. Cuando al-Nâsir quería asustar a los presentes o recibía la visita de algún embajador, hacía un gesto a sus esclavos y éstos removían ese mercurio, con lo que el salón se llenaba de sobrecogedores fulgores semejantes al resplandor del rayo, creando a los que allí se hallaban la impresión de que el salón giraba en el aire mientras el mercurio seguía en movimiento. Algunos dicen que el salón giraba para estar enfrentado al sol, siguiendo su curso, mientras que otros afirman que estaba fijo, sin moverse alrededor del estanque. Ningún otro soberano, ni entre los infieles ni en el Islam, había construido antes nada parecido, pero a él le fue posible hacerlo por la abundancia de mercurio que allí tenían.”
Es posible también que nos encontremos ante un relato fabuloso o legendario, producto de la imaginación desbordante del escritor y que se trate de la magnificación de algún pequeño artificio de mercurio que se encontrase en algún salón del palacio califal de Córdoba.
La fuente de mercurio más famosa del mundo es sin duda la de Alexander Calder y además tiene una historia curiosa. Se encontraba Calder en París en 1937 a causa de la Exposición Internacional cuando visitó con su amigo Miró al lugar donde iba a levantarse el pabellón español. Allí encontraron a José Luis Sert , arquitecto del pabellón, quien les explicó que se expondría además de una obra de Miró, el Guernica de Picasso. Calder ofreció inmediatamente sus servicios, pero el arquitecto no aceptó al no ser español. Pasados unos días llegó un camión de España con la fuente de mercurio que había sido utilizada en la Exposición Internacional de 1929 celebrada en Sevilla. Era una fuente construida en mármol blanco, sin valor artístico, por lo que decidieron que era preciso una reforma que encargaron a Calder, quien aceptó encantado el encargo.
Dado que el estanque estaba ya fabricado, la obra debía ajustarle a su forma y tamaño. Consistió en dos varillas de metal paralelas, colocadas como un puente de lado al otro del estanque circular. Estas varillas servían de soporte a tres bandejas, de formas irregulares, suspendidas a diferentes alturas y sobre las que iba fluyendo el mercurio. El metal líquido salía por un fino surtidor colocado en el centro del estanque y caía a la primera de las bandejas que al rebosar, pasaba a la segunda y de ésta a la tercera, que tenía dos obstáculos que formaban dos pequeñas cascadas, para llegar finalmente al estanque desde donde una bomba situada fuera de la obra recirculaba el mercurio. Calder decidió añadir un elemento móvil, una varilla vertical adosada al surtidor, larga y estrecha, con el extremo inferior en forma de pala, fija en el estanque en la zona donde caía el mercurio de la última bandeja. La caída constante del metal producía un continuo movimiento vibratorio de la varilla. De la parte superior de la varilla colgaba un vástago más fino en posición vertical, en un extremo había un disco rojo, en el otro la palabra Almadén escrita en alambre de cobre.
Para el Gobierno republicano, en plena guerra civil, la fuente supuso el valor simbólico de la riqueza minera de Almadén, amenazada por los fascistas. Lograron además una obra de arte incluida en el lenguaje artístico de la época. No hay constancia de que Calder fuese premiado por parte del gobierno republicano pese al éxito de su obra. Fue uno de los mayores atractivos del pabellón a pesar de ser exhibida junto al Guernica, de Picasso; El segador, de Joan Miró, y La Montserrat, de Julio González. Los visitantes tiraron multitud de monedas a la fuente por la curiosidad de verlas flotar sobre el mercurio, se recogieron 15.000 francos.
Observa la fuente de Calder en movimiento, toxica, irrepetible, inquietante, cuyo lento fluir nos recuerda la fuente de Abderraman III, en el lujo de los harenes de Al-Ándalus: