El capítulo más negro de la historia reciente de España es sin duda su Guerra Civil, en las minas de Almadén se vivió de una manera dura pero diferente al resto del país. Almadén quedó en zona republicana hasta el final de la guerra y, debido a la enorme importancia económica de las divisas que llegaban por la venta de mercurio, fue declarada Industria de Guerra por el gobierno de la República. Las minas no pararon de producir en esos años y parte de su personal, los gremios que se consideraron imprescindibles, se declararon exentos de su incorporación a filas.
Al inicio del conflicto, allá por julio de 1936, la normalidad en Almadén era completa. No obstante, el alcalde de Almadén requirió a todo el personal de las minas que se encontraban de vacaciones para formar unas milicias de vigilancia local, aunque la mayor parte volvió a su trabajo en septiembre al ser necesarios en la campaña de producción metalúrgica.
Con el avance de la guerra, y siendo necesario mantener la producción de mercurio, se declararon exentos de incorporación a filas los trabajadores pertenecientes a los gremios considerados imprescindibles como el de arranque, zafreros-vagones, calcinadores, ect. El resto como porteros, escribientes, mozos de almacén, peones de buitrones, basculistas y taqueteros fueron llamados a filas según fueron movilizándose sus quintas. Este hecho provocó una injusticia pues aunque estos puestos sobre el papel parecían prescindibles, en la práctica se sustituían con el personal de los gremios exentos, que además eran los más numerosos, y quedaban libres de incorporarse a filas ocupando las funciones de los primeros. Además se ordenó que el personal movilizado que fuese declarado inútil para la guerra no pudiera reingresar en la mina hasta que no acabase ésta.
El tratamiento de las movilizaciones a filas en el Establecimiento Minero fue diferente. Los funcionarios movilizados, una minoría que trabajaba en la administración, conservaron su sueldo de acuerdo al Decreto de presidencia del Consejo de Ministros de mayo de 1937. El resto perdió su empleo, si bien el artículo 8 del Decreto de Exenciones del ministerio de Defensa Nacional de octubre del 1937 obligaba a darles su puesto a sus mujeres, hijos, hijas, hermanos o hermanas que así lo solicitasen, siempre y cuando tuvieran aptitud bastante para el desempeño del puesto. Muchas mujeres, hermanas y sobre todo hermanos menores se incorporaron así al trabajo. Se rebajó la edad mínima para trabajar en la mina desde los 18, donde había quedado establecida, hasta los 14 años para facilitar el empleo a las familias con su cabeza de familia y/o hermanos mayores en la guerra.
El traslado del gobierno de la República a Barcelona llevó al Consejo de Administración de Minas de Almadén a instalarse allí, en concreto al Paseo Pi y Margall, 61, 2ª Planta.
Los trabajadores realizaban además jornadas extraordinarias, algunos trabajaban en las oficinas, escasas de personal, otros en la siega de cereales en los pueblos donde no había hombres suficientes para hacerlo, pues el sindicato les proporcionaba ración extra de pan y carne. También fabricaban frascos para envases de mercurio por un complemento salarial.
La producción fue así aumentando, en 1936 se produjeron sólo 28.374 frascos, pero en 1937 la producción pasó a 38.437 y en 1938 llegó a 41.377. En 1939, año en el que terminó la guerra, se llegó a los 45.559.
El Establecimiento Minero organizó un comedor social en el edificio de la Casa Academia de Minas, pero rápidamente se unificó con el del Consejo Municipal en la Iglesia de San Sebastián debido a la ocupación de este edificio por el Ejército a finales de 1937. En él se alberga el Cuartel General del Ejército de Extremadura. En mayo de 1938 también se ceden al Ejército dos salas del Hospital de Mineros, con entrada por el patio, para tratamiento de sus heridos.
La minería del mercurio en la guerra civil (2)