El escritor Hasier Larretxea ha decidido regresar con “El lenguaje de los bosques” a su natal valle del Baztán (Navarra), del que salió dejando atrás todo el imaginario que le acompañó en su infancia junto a los conocimientos que su padre, “el hombre del bosque”, les transmitió a él y a su hermano.
El libro, que ha sido publicado este martes por Espasa, es un recorrido por los bosques de la comarca del Baztán-Bidasoa, los valles navarros, los de Aragón y parte del sur de los del País Vasco francés, los mismos que Larretxea conoció a través de las historias que “tantas veces nos contó mi padre a mi hermano y a mí”, ha explicado el escritor a EFEverde, pero cuyas palabras “solo valoras” cuando dejas atrás tu lugar de origen.
Recopilación de las historias familiares
“Es un equilibrio entre el conocimiento del entorno con una recopilación de historias familiares, con experiencias de personajes que forman parte del bosque en el valle del Baztán”.
“No hay mejor hotel y discurrir vacacional que el bosque, aseguraba mi padre”, dice Larretxea a Efeverde, donde el sonido de los animales, los ríos, el entorno, es un “fuerte necesario para muchas cosas”, añade.
Pero la escritura del libro ha sido también el recuerdo de la “búsqueda de la identidad, de cómo un entorno conforma la identidad de una persona, un diálogo con el paisaje y la madera y el encuentro con los conocimientos de los ancestros y que se van perdiendo”.
La escritura del libro ha supuesto para el escritor navarro, poder narrar historias para mantener viva la memoria de los ancestros, la sabiduría popular, y es “cuando he profundizado en la historia de personajes como mi abuelo que fue contrabandista de madera en los primeros años del siglo pasado”.
Historias de carboneros y almadías
O de los carboneros, entre las que se cuenta la de una mujer apegada a los árboles del valle de Baztán, y la de las almadías -embarcaciones hechas con troncos para el traslado de la madera una vez cortada-, explica Larretxea.
Pero es el padre del escritor el protagonista del libro, “un hombre del bosque, un poeta del bosque, un personaje puro y salvaje que ha trabajado con los árboles toda su vida y forma parte del imaginario familiar” en medio de un “cruce de caminos, a un costado del caserío, donde los niños recogíamos manzanas y castañas”.
Larretxea abandonó el valle navarro hace unos diez años aproximadamente cuando decidió trasladarse a vivir a Madrid tras conocer a su “actual marido”, quien se ha encargado de las ilustraciones del libro, situación que supuso un cambio de “órbita de mi vida”.
Fue “oxígeno y un revulsivo” porque yo “seguí relacionándome con la comunidad rural y con los eventos culturales alrededor de los bosques y ese cosmos pequeño”.
Al principio le costó adecuarse a los ritmos de la gran ciudad, pero fue la “mejor decisión que pude haber tomado”, porque esa distancia le sirvió para “reflexionar sobre el pasado, la vida, y cómo ese entorno puede influir, capacitar o hacer que le cueste a ese joven potenciar sus características”.
Fue en Madrid donde empezó a escribir, aunque desde muy temprano la escritura fue un cobijo y excusa para no ayudar a su padre en las labores de la madera, “porque él ha preparado maderas para campeonatos rurales y deportivos vascos y ha sido un deportista de primera línea junto a mi tío”.
Cuidar el bosque
Los recuerdos de esa infancia donde los robles, las hayas y los abetos traen a su memoria vivencias a las que da valor hoy, cuando le separan de su tierra natal unos cuantos kilómetros, los mismos que recorre de vuelta cuando quiere volver a los diálogos con los árboles y la naturaleza.
Confía en que las autoridades se den cuenta en que los bosques hay que mantenerlos, dedicar más presupuesto a la limpieza de los mismos, ya que los pinos que repoblaron grandes superficies en los años cincuenta y sesenta, generan más basura y, por tanto, facilitan la propagación de incendios.
Esas repoblaciones dejaron, además, más sequedad en los suelos y un cambio en la vegetación de los valles, y aunque no hay falta de humedad en el norte, sí se nota “que la temperatura ha subido. Mi padre siempre nos habla de las grandes nevadas y heladas de antaño”, recuerda.
Las nuevas generaciones desconocen o no quieren acercarse a la vida y al trabajo en los bosques, asegura Larretxea, “de hecho muchas de las fábricas que trabajan con madera en la zona lo tienen difícil para conseguir trabajadores. El trabajo en el bosque es muy duro, supone estar muchas horas fuera del hogar, muchas veces lejos de centros urbanos y sin conexiones de ningún tipo”.
Aunque se alejó del valle de Baztán, los árboles de esos bosques y protagonistas de su libro, siguen simbolizando sus reflexiones porque “todo está relacionado en la naturaleza”, la misma que para Larretxea representa “su terapia”. EFEverde