Barcelona, (EFEverde).- Los lobos minimizan el riesgo de interaccionar con los humanos durante la época de reproducción y adoptan unas pautas de comportamiento similares en toda su área de distribución, desde Alaska hasta India y Afganistán.
Así lo asegura un estudio que ha publicado revista ‘Biological Conservation’ que tiene como primer autor al experto Víctor Sazatornil, colaborador del Departamento de Biología Evolutiva, Ecología y Ciencias Ambientales de la Universidad de Barcelona (UB).
Sazatornil ha explicado que el lobo (Canis lupus) ocupa un área de distribución muy amplia en el planeta en comparación con la mayor parte de mamíferos terrestres y esto, unido al conflicto ancestral con el hombre, hace que el lobo se considere un animal capaz de prosperar en prácticamente cualquier tipo de entorno, incluidos los dominados por la actividad humana.
“Esta percepción no es del todo errónea, pero la vulnerabilidad del lobo respecto al hombre es elevada en determinados momentos de su ciclo vital, como en la época de reproducción”, según el estudio, en el que han colaborado 27 investigadores de doce países.
Según Víctor Sazatornil, “tras revisar 728 lugares de cría en diferentes emplazamientos del área de distribución del lobo, hemos encontrado que los lobos minimizan el riesgo de interaccionar con el hombre situando sus lugares de cría lejos de la actividad humana, o en zonas con abundante refugio donde pasan desapercibidos y el acceso del hombre se ve dificultado”.
Los biólogos han constatado que en Europa y Asia los lobos son especialmente sensibles a los humanos a la hora de seleccionar los lugares donde cuidar a sus cachorros, y que suelen refugiarse en las zonas más abruptas y elevadas de sus territorios.
En Norteamérica, por el contrario, esta sensibilidad no parece ser tan acusada, y los lobos suelen elegir los fondos de valle y zonas de relieve más suave.
“En Eurasia existe una coexistencia más estrecha entre lobos y actividad humana. Así, al persistir en territorios más humanizados, deben compensar esta mayor exposición al hombre con más cautela en los lugares de cría”, según Sazatornil, que está elaborando su tesis doctoral bajo la dirección de José Vicente López-Bao (Universidad de Oviedo) y Alejandro Rodríguez (Estación Biológica de Doñana-CSIC) y la tutoría del profesor Santiago Mañosa, de la UB.
Según López-Bao, una de las hipótesis que baraja el equipo de investigadores es que la diferente historia de persecución que se ha dado en ambos continentes puede ser una de las razones que explican los patrones observados.
“En Eurasia, la persecución empezó hace milenios con la aparición de la ganadería y se ha intensificado y sofisticado de forma muy gradual, mientras que en Norteamérica se exterminó a los lobos de grandes zonas pocas décadas después de la colonización y con medios efectivos desde el primer momento”, ha dicho.
Durante la colonización de Norteamérica, se contaba con medios muy eficaces -armas de fuego, venenos- para perseguir a los grandes mamíferos.
Por ejemplo, la población del bisonte americano pasó de varias decenas de millones de ejemplares antes de la llegada de los europeos a unos pocos cientos a finales del siglo XIX.
En el caso del lobo, un período de exposición a la persecución diferente entre continentes podría haber influido en el desarrollo de una forma distinta de protegerse en Eurasia, donde el proceso de adaptación de la especie fue más gradual.
Según los autores, la gestión del hábitat para el lobo se suele pasar por alto en ambientes muy humanizados -por ejemplo, la península ibérica-, porque posiblemente se asume que no es una cuestión que afecte demasiado a esta especie.
Sin embargo, el estudio recomienda que las medidas de protección “deberían orientarse al menos a garantizar la presencia de pequeñas zonas dentro de sus territorios en las que se preserve una vegetación que ofrezca protección y se regule la actividad humana durante el período reproductor”. EFE
fjn/pll