Apenas inaugurada ayer, la reunión de la Comisión Ballenera Internacional se ha transformado en un conclave a puerta cerrada.
El proceso de negociación elegido por el Presidente consiste en reuniones rotatorias paralelas dónde cada grupo regional recibe sucesivamente a los tres países balleneros para escuchar sus propuestas y continuar el diálogo.
Lo más preocupante es que con este mecanismo, tres grupos (los Estados isleños en vías de desarrollo del Pacífico Sur y del Caribe, y los africanos) sólo escuchan y dialogan con Japón, Islandia y Noruega. Voy a limitarme a decir que este corto-circuito es lamentable (circulan tantas teorías de la conspiración aquí en Agadir esta semana que yo prefiero no añadir otra). Habría sido muy útil por ejemplo incluir sesiones dónde estos países habrían podido reunirse con la Unión Europea o el grupo de países latino-americanos sin tutela de Japón (existen desde hace muchos años fuertes sospechas de que la mayoría de países isleños y africanos están teledirigidos por la Agencia de Pesca Japonesa; una reciente investigación del Sunday Times de Londres ha hecho resurgir el malestar que rodea estas circunstancias).
Transparencia y ballenas
Si a alguien le queda alguna duda de que la Comisión Ballenera Internacional vive en el pasado, el modo arcaico y muy poco transparente de llevar la negociación en curso refuerza esta impresión. En una negociación es perfectamente legítimo que los Estados tengan consultas a puerta cerrada (en la práctica, en toda negociación es indispensable en ciertos momentos), pero estas sesiones a puerta cerrada deben ser una excepción, y no la regla. Hace años, en la época en la cual yo formaba parte del equipo político de Greenpeace Internacional me tocó participar en muchas reuniones intergubernamentales dónde se trataban temas altamente sensibles (como la seguridad nuclear en el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) después del accidente de Chernóbil, o las sesiones de las Partes al Tratado de No-Proliferación por ejemplo), pero no recuerdo un foro dónde los jefes de delegación se encerrasen con tanta facilidad como éste. Cuesta creer que la caza de ballenas sea un tema tan sensible que merezca más secretismo que los debates sobre el control internacional de materias que entran en la fabricación de armas nucleares. Si yo fuera ruso, yo diría que la Comisión Ballenera necesita una perestroika.
Remi Parmentier, Varda GroupEl blog de Remí en inglés www.chezremi.com
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