Cuando el perro es flaco todo son pulgas, pero en momentos de crisis hay que hacer como los hidalgos, sacar bien el pecho, mirar hacia arriba y seguir caminando. Es cierto que nos abruman los problemas económicos y que algunos por ahí fuera están encantados con que no levantemos cabeza. Pero precisamente por eso ha de salir nuestra gallardía de país viejo y sabio. Y una de las mejores cosas que sabemos hacer es comer y dar de comer.
Estos días el Real Colegio de médicos británico ha sugerido un veto a dos enormes empresas relacionadas con la ingesta, Mc Donalds y Coca Cola. La obesidad creciente, una de las consecuencias negativas de la globalización, es más evidente entre los que se alimentan de comida basura y bebidas azucaradas. La crisis económica ha supuesto un auge de los fast food, son los únicos sectores de la restauración que no han dejado de crecer. Y es en el contexto del servicio público, cuando los médicos británicos dicen que hay que poner coto o limitaciones a la publicidad de este tipo de modelo de alimentación que tanto daño hace. En muchos hogares de los Estados Unidos solo se come fast food, de restaurante en restaurante, o comida llevada a casa. Solo se prepara una comida casera (una BBQ) cuando hay fiesta: y más carne y bebidas azucaradas. No son todos, pero sí muchos. Y es un modelo que nos traen las series de televisión, las películas y videoclips musicales y la publicidad.
En Europa tenemos una tradición gastronómica popular. En cada región se aprende a guisar de una forma natural, como parte de la cultura local, y ya no solo mujeres, también los hombres. A todos nos gusta comer bien.
Y es en este contexto, en el gastronómico, en nuestro estilo de vida y forma de comer, trabajar, descansar y divertirnos en el que podemos sacar pecho y decir que no lo hacemos tan mal. Nuestra dieta mediterránea es de las más equilibradas del planeta, nuestros productos –somos los primeros productores de aceite de oliva del mundo y los principales exportadores hortofrutícolas de Europa – son saludables y sabrosos y nuestros restaurantes están en la cima del prestigio mundial. Por supuesto que hemos hecho cosas mal, pero entre las que hemos hecho bien está el tema de la alimentación y la restauración. La revolución ecológica y los alimentos producidos de una forma natural y sostenible llevan ya años en nuestros restaurantes. A la eclosión de los ecochefs ha seguido una auténtica decisión de hacerlo cada vez mejor. Los restaurantes y bares han sido siempre espacios de socialización. En algunos pueblos ya no hay cura ni iglesia, pero sigue habiendo un bar. Muchos ya se plantean el tema de la sostenibilidad: eficiencia energética, consumo de agua, reciclaje, gestión de los residuos como parte de la normalidad. No lo hacen porque lo exija la ley sino porque es bueno para todos y para el medio. En Andalucía hay restaurantes que lo llevan haciendo bien años: El Faro del Puerto de Santa María, El Cortijo Vistalegre de Cazalla de la Sierra, Tribeca…y una larga lista de personas preocupadas por su entorno y por dar de comer rico, saludable, limpio y justo, tal como establece la corriente slow food y los restaurantes km.0. Todavía hay mucho por hacer, sobre todo para que se extienda este modelo a toda la restauración, pero en principio podemos sacar pecho y con orgullo decir, Spain is different.