Talar árboles y quemar campos también es restauración ecológica

Publicado por: Elena S. Laso 14 de octubre, 2013

La restauración ecológica pretende ayudar al medio ambiente a crear procesos que incrementen el valor natural y para ello engloba criterios científicos, socioeconómicos, culturales y ecológicos en el que el hombre es pieza fundamental, ha afirmado a EFEverde el profesor de la Universidad Complutense, Luis Balaguer.

En esta nueva ciencia ambiental, en la que España es pionera en la formación de profesionales, disciplinas como la jardinería, la reforestación vegetal o el paisajismo no encuentran su lugar ya que la restauración va más allá de la mera instalación de plantas o del uso de fertilizantes.

Balaguer ha explicado que para consolidar una buena restauración ecológica el profesional puede plantar árboles o sembrar herbáceas, pero también puede incendiar campo, extender piedras sobre el terreno o arrancar árboles con maquinaria pesada.

¿ Cómo se pueden recuperar bosques o encinares degradados de una antigüedad de más de 500 años ?.

“No es posible volver al pasado, es una pérdida neta la que se genera pero si se puede restaurar parte de la estructura y el funcionamiento que ese ecosistema tenía”.

El profesor ha destacado que para la recuperación de las marismas de Doñana en décadas pasadas se arrancaron árboles, concretamente eucaliptos, ya que esta era la única vía posible para salvar los acuíferos y el entorno de las marismas.

No son las técnicas lo que define a la restauración ecológica -ha insistido Balaguer- sino un “buen diagnóstico ecológico” y la intervención precisa sobre esos procesos.

En el proceso de restauración ecológica, que suele ser largo, es prioritario conocer el terreno y la dinámica de los sistemas temporales y espaciales que en él influyen, reconfigurar el sistema para que mantenga o incremente el capital natural y compatibilizarlo con las aspiraciones de los habitantes de la región donde se actúa.

A su juicio, uno de los principales problemas que debe afrontar esta ciencia es el desconocimiento de la sociedad: la visión agrícola al interpretar el entorno, el “boom” de las repoblaciones forestales en Europa a mediados del siglo XIX, el origen reciente de esta ciencia y la red compleja de sistemas con los que interacciona.

De manera anecdótica, el profesor, ha relatado que al finalizar la Guerra del Golfo, y cuando el territorio quemado y desolado fue devuelto a sus habitantes, la restauración de una de las zonas, sin árboles pero con vegetación, se realizó con piedras que estabilizaban los sustratos del terreno y evitaban que el viento removiese las semillas de la cubierta vegetal.

Con esta restauración se evitó incorporar al terreno un sistema de riego de alto coste económico y la utilización de abonos que entroncaría con la “visión de agricultor” que el hombre lleva dentro, cuando se trata de interpretar el entorno.
En España, una de las excepciones de la buena restauración ecológica se halla en la Devesa de El Saler, en la albufera valenciana; en este paraje se llevó a cabo un plan para regenerar el sistema de dunas castigada por severos planes urbanísticos.

Balaguer ha recalcado como otro aspecto importante de la restauración, la “memoria ecológica del paisaje”.
“Los paisajes son reservorios de memoria de todo lo que ha dejado huella; la historia de cada espacio tiene un lugar muy importante y aunque no se puede volver al pasado este es un motor de cambio”.

De cara al futuro, Balaguer afronta el reto de investigar y estudiar el bosque sagrado de los Fenicios en Cádiz para restaurarlo con fines educativos o culturales, a imagen de los museos al aire libre que existen en Costa Rica o México.

Secciones : Actualidad