La fascinación que ejercen los paisajes naturales ha sido motivo de inspiración artística y almacén de recursos tanto para la salud física como mental y, desde hace décadas, la terapia hortícola investiga sobre los procesos que se producen en el cerebro de los seres humanos en su interacción con la naturaleza.
La terapeuta hortícola y técnica superior en Paisajismo y Medio Rural, Inmaculada Peña Fuciños, es una de las pocas personas que en España tratan de implementar esta disciplina, cuya genealogía procede de los países nórdicos, para introducirla en centros sanitarios, escolares y universitarios en nuestro país. “Me fui a Inglaterra, que yo consideraba el país de la jardinería por excelencia, con idea de formarme en jardinería y paisajismo. Allí descubrí un uso para mi desconocido de la horticultura (entendida como cultivo del huerto y del jardín, no solo del huerto), que era la horticultura social y terapéutica”, explicó Peña.
El fundador de la Asociación Norteamericana de Arquitectos del Paisaje, Frederick Law Olmsted, (1822 Connecticut-1903 Massachusetts, EE.UU.) diseñador de espacios verdes como Central Park en Nueva York, mantenía que el paisaje funcionaba “por un proceso inconsciente para producir la relajación y mejora de las facultades tensionadas por el ruido estresante y el entorno artificial de la vida urbana”.

Según Peña Fuciños, “los efectos beneficiosos más inmediatos del contacto con la naturaleza son una bajada de la frecuencia cardíaca, un estado general de relajación, un bienestar también a nivel emocional y una sensación de paz”.
Otros de los beneficios más inmediatos que se producen en contacto con la naturaleza son, “la reducción de la fatiga de atención y, a grandes rasgos, uno se siente mejor sin hacer ninguna actividad programada, sino simplemente con estar en contacto con ella”, indicó Peña.
Sin embargo, para beneficiarse de la terapia hortícola “tampoco es necesario que tengamos ninguna enfermedad crónica, discapacidad ni condición determinada de salud sino que cualquier persona en un momento dado puede encontrar esa relajación y bienestar al darse un paseo por un jardín”, subrayó Peña.
Caminar entre la naturaleza produce impactos favorables tanto a nivel físico como congnitivos
Ya desde la Antigüedad se hablaba de los beneficios que la naturaleza aporta al ser humano y cómo un simple paseo por unos jardines ayuda a recuperar la salud. Pero, “en la actualidad, y gracias a los estudios realizados, sabemos que no solo caminar entre la naturaleza produce un impacto a nivel físico sino que también tiene un impacto favorable a nivel cognitivo”.
“En la evolución de la terapia hortícola como ciencia se utilizan estos parámetros de una forma activa de dedicación o de adquisición de habilidades físicas o cognitivas, a través de los cuales se han establecido una serie de protocolos de intervención para medir los resultados de bienestar y dar forma a lo que se conoce hoy como terapia hortícola“, explicó la terapeuta.

Esta disciplina surge en 1934, y el término fue acuñado por la Asociación de Terapeutas Ocupacionales de Inglaterra, aunque anteriormente la práctica ya se incluía en hospitales de Estados Unidos para la formación en horticultura de su personal sanitario, con el fin de realizar actividades de jardinería con pacientes con discapacidades mentales y, más tarde, para el desarrollo de capacidades físicas.
“Así es a grandes rasgos cómo fue surgiendo esta ciencia, primero por observación de los pacientes que salían a pasear en hospitales psiquiátricos que permanecían en contacto con los sonidos del jardín, los colores, las fragancias… que hacían que recuperaran antes la salud, hasta llegar a lo que actualmente llamamos terapia hortícola”, señaló Peña Fuciños.
Estos estudios han ido evolucionando y se han ido incorporando mediciones que incluyen áreas del cerebro, “con el fin de comprobar cómo se estimulan y qué efectos produce, por ejemplo, un paseo por un parque frente a un paseo por calles con tráfico y ruidos de una ciudad, y en ellos se comprueban las respuestas fisiológicas, las ondas cerebrales y, en general, el estado general de la persona que está sometida a las investigaciones”.
“Volver a sentir la necesidad de conectar con la naturaleza”
Con el advenimiento de la Revolución Industrial y el abandono del campo hacia las ciudades, del trabajo manual a la máquina, se produce un distanciamiento con la naturaleza y la tierra que genera profundas transformaciones sociales, paisajísticas y laborales, que dan como resultado la aparición en el campo de la salud de una tendencia a la sobrecarga mental (estrés laboral y afecciones ergonómicas).

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Aunque para Inmaculada Peña “no hay estudios que hayan descubierto qué sucede con la privación de la naturaleza, sí se apunta a que hoy en día estamos tratando de invertir el ritmo y volver a sentir la necesidad de conectar con la naturaleza”.
Desde la década de los 80 se está constatando un cambio de actitud en la sociedad más proclive a mantener y cuidar de la naturaleza afectada gravemente por el calentamiento global y, sobre todo, por la incomprensión y desconexión que el ser humano ha ido fraguando con el medio ambiente.
En España, este acercamiento a la naturaleza desde los últimos siete u ocho años, y cada vez con más fuerza, se produce no tanto a través de los jardines, como sucede en países nórdicos, como a través de los huertos.
Los huertos, puntos de encuentro con la naturaleza
El cuidado del propio huerto se ha convertido en el medio por el cual nos acercamos los españoles a la naturaleza y nos da la posibilidad de cuidarla manteniendo una estrecha relación con ella.
El caso del centro Pai Menni, de la localidad coruñesa de Betanzos, de las Hermanas Hospitalarias , es un buen exponente de diseño de jardín terapéutico en nuestro país.
“En el caso de los huertos, prima entre los beneficios de la naturaleza los que se refiere a la salud, mediante el acceso al consumo de frutas y verduras saludables y, además, resulta una actividad relajante y divertida que te permite estar en forma. Son los huertos individuales, tanto como urbanos o comunitarios que se alquilan entre un grupo de personas”, concluyó Inmaculada Peña Fuciños.
Y como dejó dicho el padre del ecologismo, Henry David Thoreau (Massachusetts, 1817-1862): “Hay momentos en que toda la ansiedad y el esfuerzo acumulados se sosiegan en la infinita indolencia y reposo de la naturaleza”. Efeverde
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