Una iniciativa del Gobierno de la capital de México busca concienciar a los ciudadanos sobre el reciclaje a base de canjear sus residuos inorgánicos por productos agrícolas de “comercio justo”. Es el Mercado de Trueque.
Teresa y Dolores Guadarrama llegaron un domingo reciente al Bosque de Chapultepec, en Ciudad de México, con más de treinta kilogramos de basura que se convirtieron, tiempo después, en bolsas repletas de coliflor, lechuga, calabacitas, cebolla, rábanos, jitomate, col y betabel.
La conversión fue posible gracias al Mercado de Trueque, una iniciativa del Gobierno de esta capital que busca concienciar a la gente sobre el reciclaje a base de canjear sus residuos inorgánicos por productos agrícolas de comercio justo.
Elisabeth Valenzuela, de 37 años y que acude por primera vez en esta su 17ª edición, afirma desde la cola de entrada que, al menos con ella, sí ha funcionado, al igual que parece haberlo hecho con Teresa y Dolores, quienes tampoco reciclaban antes mucho pero que acuden ya por quinta vez y parece que les va calando la propuesta.
Las dos hermanas creen que este programa es “un granito de arena” y que, “si se mantiene por mucho tiempo, es muy útil (…). Te haces responsable del consumo que existe”.
“A partir de esto creas conciencia. Ves cuánta basura generas: enormes cantidades”, prosiguen.
Según cifras de la Secretaría de Medio Ambiente del Distrito Federal, se producen en la ciudad en torno a 12.000 toneladas de desechos diarios, de los cuales solo se recicla el 12 por ciento.
“El objetivo del programa es que la gente valore, separe sus residuos. Y, además, apoyamos a los productores locales”, informó en una entrevista a Efe Liliana Balcázar Rojo, subdirectora del Centro de Educación Ambiental del Gobierno de la capital y responsable del Mercado de Trueque.
RECICLAJE: FACILIDADES Y DATOS.
Para que se lleve a cabo el reciclaje, Balcázar afirmó que la Secretaría de Obras y Servicios tiene por toda la ciudad “contenedores grandes con 5 o 6 secciones para separar diferentes tipos de residuos”.
Sin embargo, la mayoría de los asistentes al mercado preguntados por Efe negaron que haya suficientes facilidades para reciclar en las casas y en los barrios de la ciudad, y explicaron que “está complicado” y que cada uno tiene que “conseguir el modo de almacenar”.
La subdirectora aseguró que las 12.000 toneladas de basura generada han disminuido, si bien aclaró que “hay que esperar a que se emitan los informes correspondientes del Gobierno” para comprobar con exactitud esta reducción.
Esta iniciativa, llevada a cabo una vez al mes desde marzo de 2012, bajo la anterior administración y que continúa con la nueva, ha recogido unas 240 toneladas de residuos llevados por alrededor de 30.000 personas, según datos de la Secretaría de Medio Ambiente y a falta de publicarse las cifras de las dos últimas ediciones.
Las cifras muestran también un descenso, de 2012 a 2013, de 546 asistentes y 4,22 toneladas de media por edición.
“Hay que ver los datos para saber cómo es la lectura. Pero lo que sí te puedo decir con toda certeza es que el mercado tiene mucha mayor demanda (…) y estamos trayendo mayor producto agrícola”, responde Liliana Balcázar, que señala cómo algún contenedor está ya lleno a las 10:30 horas de la mañana, cuando antes ocurría al mediodía.
Otro indicativo de esa amplia demanda son las largas colas de ciudadanos que, desde las 5 de la mañana, tres horas antes de la apertura de las puertas, llega para cambiar sus residuos.
FUNCIONAMIENTO DEL MERCADO.
Este proyecto de reciclaje comienza sobre las 5:00, cuando trabajadores de la empresa Servicios Ecológicos Xochimilco (Secolx) empiezan a preparar los productos agrícolas, procedentes del sur de la capital y por los que se canjearán los residuos.
Estos pueden ser electrónicos, papel y cartón, plástico, vidrio, “tetrapack”, aluminio, latas de hierro, HDPE y PET, polímeros plásticos empleados en tuberías o contenedores y en fibras textiles, o envases de comida. Todos deben ir limpios, ocupando el menor espacio posible y separados según el tipo.
Cuando se abren las puertas a las 8:00, unos moderadores van dirigiendo a los asistentes a las 20 mesas de filtro, donde los trabajadores del mercado revisan el contenido y lo pesan (excepto los electrónicos), adjudicando un número de “puntos verdes” en función del peso y el tipo de residuo.
Una vez pesado, el ciudadano se dirige con su recibo a los puestos de comida, donde una gran variedad de productos están esperando a ser elegidos, si no se han agotado aún, lo que le sucedió primero a las patatas, el cilantro o el perejil, en esta última edición de julio.
Quesos, acelgas, nopal, dulces, rábanos, brócoli, mole y plantas como el chilacayote, huazontle y verdolaga, son algunos de los productos que la empresa Secolx vende a la Alcaldía de la capital como “comercio justo”.
Los residuos, por su parte, siguen su camino y atraviesan una lona, al otro lado de la cual, ocultos al público, trabajadores de la empresa Recupera, como Carolina, envasan cada tipo de residuo en sacos, barcinas o costales, a cambio de la comida y un salario extra por el día completo, desde las 7 de la mañana hasta que terminen.
Esos sacos serán depositados en contenedores. Antonio Rivas uno de los encargados de estos contenedores, relata a Efe que los empleados cobran por este trabajo de 300 a 500 pesos (24 a 40 dólares), por una jornada de entre 10 y 15 horas. Un salario que puede llegar hasta los 1.000 pesos (80 dólares) en el caso de gerentes y encargados.
Estos contenedores se transportarán en camiones rumbo a la fábrica de la empresa Recupera, donde los residuos serán tratados y reciclados para su posterior reutilización.
Los residuos electrónicos, sin embargo, siguen un camino distinto: no se canjean en función del peso sino de la cantidad y de si son objetos electrónicos, cableado o dispositivos móviles, y es la empresa Proambi quien los recoge.
“Nosotros no le pagamos ni un peso a las empresas. El beneficio para ellos es que están acopiando el residuo que ellos trabajan, que van a reciclar”, aclara Liliana Balcázar, quien explica que quienes participan en el mercado por parte del Gobierno del Distrito Federal son voluntarios que reciben una playera, una gorra y la comida.
La subdirectora añade que este es “un proyecto integral”, basado en un programa de basura por comida en Brasil, y que tiene “muchos beneficios ambientales claros y concretos”, además de “la participación ciudadana”.
Mientras tanto, el programa “Reciclando basura por alimentos”, de similar planteamiento, se desarrolla en varias ciudades del también estado mexicano de Quintana Roo.
FUTURO.
Liliana Balcázar dijo que el Mercado de Trueque continuará de momento hasta finales de año, si bien no tienen “ningún límite”, y que se estudiará qué hacer con “toda esta gente que ha participado y que ya sabe reciclar”, ya que, “conforme vaya evolucionando el mercado”, no se podrá atender a todos los asistentes.
“Este programa tiene que evolucionar en términos educativos y tenemos que identificar cual será la mejor estrategia. Pero a partir de los resultados de las evaluaciones que se han ido realizando durante los mercados”, añadió la subdirectora del Centro de Educación Ambiental.
Balcázar comentó que la Secretaría de Medio Ambiente del Distrito Federal contempla “toda clase de proyectos y programas para que la gente recicle” y resaltó los “avances” observados en barrios capitalinos como Azcapotzalco (noroeste), el de mayor porcentaje en separación de residuos.
“A partir de que se implementó la ley de separación de residuos en el 2004, los ciudadanos comenzaron a separar por obligación. Pero tenía que ver el componente educativo que trabajamos nosotros desde aquellos años. Y entonces la gente comenzó a comprender la importancia del reciclaje”, explicó.
Sin embargo, la responsable del mercado aclaró que este es un trabajo “interinstitucional” y no solo de su secretaría, ya que “educar a nueve millones de habitantes del Distrito Federal para que reciclen los residuos inorgánicos supone un reto grande”.
Unas dos horas después de estas declaraciones, en los alrededores del Mercado de Trueque ya cerrado, un padre y un hijo que pasean por el Bosque de Chapultepec encuentran dos papeleras con los letreros “orgánicos” e “inorgánicos”. El padre, dudoso, se dirige al hijo y le pregunta: “¿cuál es la inorgánica?”.
Por Carlos Galán Feced.
EFE/REPORTAJES.-