“El carbono azul es decenas de veces más eficiente que un bosque tropical o templado” en la labor de “acumulación y secuestro” de carbono de la atmósfera y en periodos mucho más largos, ha asegurado el investigador del CSIC, Miguel Ángel Mateo.
Mateo es investigador del Centro de Estudios Avanzados de Blanes del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC-CEAB) en Girona y ha trabajado en el proyecto europeo LIFE Blue Natura, cofinanciado por la Unión Europea, que ha consistido en la creación de dos programas pioneros en Europa por ser los primeros mercados de emisiones voluntarias de carbono azul del continente.
El investigador ha trabajado concretamente en el muestreo, inventariado y cálculo de secuestro de carbono de ecosistemas marinos, en las praderas marinas del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar (Almería) y las marismas mareales de la Bahía de Cádiz.
Mateo explica que el método para medir el carbono que se almacena en esos ecosistemas acuáticos consiste en ir al campo y obtener “catas” o sondeos, con aparatos “tan sencillos como un tubo de PVC que hincamos a base de martillazos en el suelo”.
El material del suelo queda retenido en ese tubo, que posteriormente se va seccionando “centímetro a centímetro” para analizar el contenido en carbono orgánico mediante análisis elemental.
Ese análisis, esencialmente se realiza “por un sistema de combustión que lo que se hace es quemar todo el carbono que hay en la muestra, el dióxido de carbono (CO2) que se genera se puede medir” y el resultado es “la cantidad de carbono contenida”.
Mucho más almacenaje de carbono
Para explicar en qué consiste el carbono azul Mateo utiliza el ejemplo de un pino, ya que “si se planta un pino, va a crecer muy rápido” por lo que la captura de carbono que realiza es igual de rápida y en mayor cantidad, algo que “no ocurre con la pradera marina”; el suelo de ese pino tiene una tasa de renovación “mucho más alta” que las del carbono azul, lo que provoca que sea capaz de almacenar mucho menos carbono.
En cambio, los ecosistemas marinos cuentan con una ventaja y es que “lo que captan, aunque lentamente, lo almacenan con mucha eficiencia”, señala Mateo, que apunta que esa retención se realiza durante periodos de tiempo “muy largos”.

[box type=”shadow” align=”aligncenter” ]“Las praderas marinas tardan siglos o milenios en ir acumulando lo que vemos ahora”, asegura, y se apoya en un dato para recalcarlo: “Un valor fácil de recordar es la elevación de estos ecosistemas, que es de un milímetro al año. El resultado es que la cantidad de carbono que se acumula es de una tonelada, algo insignificante en los mercados de carbono”.[/box]
Cómo funcionan los estándares
El investigador del CSIC-CEAB vuelve a emplear un ejemplo para explicar cómo funcionan los estándares en los mercados de carbono y cuál sería el caso del carbono azul: “El caso más frecuente, tú plantas pinos y esa madera es carbono que se ha retirado de la atmósfera. Pero si tú tienes una zona que sistemáticamente sufre incendios y realizas un proyecto que evita esos incendios, ese proyecto también te va a certificar esos créditos de carbono”.
“Cuando se muere una marisma, todo el stock de carbono, milenario, se va a empezar a erosionar y a re-emitir”, apunta Mateo, por lo que si se consigue regenerar la vegetación de esa zona, se estaría evitando que ese carbono retorne a la atmósfera.
El científico subraya que “los mercados de carbono no están exentos de picaresca” debido a los horizontes temporales tan largos que se plantean, de 30 o 50 años, de ahí que la solución -según Mateo- pase porque las empresas pudieran plantear proyectos de forma relativamente continuada, con el fin de tener siempre presentes créditos y no esperar a un certificado hasta finalizar el proyecto en el que se involucran. EFEverde
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