El Acuerdo de Paris es un hito relevante porque por primera vez hay un consenso global sobre la necesidad de no superar los 2oC, incluso con referencias a limitar el aumento de la temperatura a 1,5oC. En este sentido, puede ser considerado como un refuerzo de la “megatendencia” de lucha contra el cambio climático, que condicionará decisiones políticas y de inversión, y que generará una presión sobre los agentes públicos y privados para avanzar hacia un escenario de sostenibilidad económica y ambiental.
Es extremadamente positivo que la práctica totalidad de países haya presentado objetivos de lucha contra el cambio climático en forma de Contribuciones Climáticas Nacionales, y que estas propuestas estén presentes en el Acuerdo. También es positiva la necesidad de revisarlas cada 5 años, y que las revisiones sean progresivamente más ambiciosas.
Y el entorno es favorable a una mayor ambición. Ya no son solo los ecologistas o los eruditos científicos del IPCC, quienes con sus evidencias nos dan cada vez mayores argumentos contra quienes – cada vez menos – siguen negando los efectos del cambio climático; el mundo empresarial y el mercado de capitales ha aumentado su nivel de concienciación e implicación de manera significativa; países antaño reacios, como China y EEUU, empiezan a asumir papeles de liderazgo; también los líderes religiosos lanzan manifiestos que apelan a las conciencias de sus creyentes para defender la salud del planeta; y los líderes mediáticos movilizan a sus fans, con el último ejemplo de Leonardo DiCaprio en su mensaje de recepción del Óscar…
El Acuerdo de París obligará a los gobiernos a cumplir sus compromisos definiendo o reforzando normativas para abordar la problemática del cambio climático y a incentivar con sus políticas generales (por ejemplo, la fiscalidad) modelos económicos más sostenibles.
Un escenario de descarbonización de la economía, consistente con el cumplimiento del límite de 2 oC de incremento de temperatura, conlleva riesgos y oportunidades importantes para las estrategias de los agentes económicos.
Aparecerán riesgos para aquellos que no adecúen su actividad productiva al nuevo escenario planteado. Y estos riesgos no son “futuribles”, sino que están aflorando ya. Por ejemplo, los asociados a las inversiones en activos que exploten o utilicen combustibles fósiles poco eficientes medioambientalmente ante la previsible imposibilidad de explotar o utilizar estos recursos por nuevas normativas que aparezcan fruto del Acuerdo de París (por ejemplo, por la eliminación de subsidios a dichos combustibles, o debido a normativas limitadoras de uso por contaminación local, o por una mayor electrificación de los modos de transporte o por el reforzamiento de la fiscalidad basada en el principio de “quien contamina paga”, o por el establecimiento de señales fuertes al precio de CO2, etc.). Estudios recientes concluyen que, para poder cumplir con el objetivo de limitar a 2oC el incremento de la temperatura, será necesario no explotar (a menos que aparezca alguna solución técnica que elimine las emisiones que genera su consumo) la mayor parte de las reservas mundiales de combustibles fósiles. El riesgo es aún mayor si la ambición lleva a que el límite sea del 1,5oC.
Pero también se generan oportunidades, tanto en términos de las inversiones de mitigación como en las de adaptación a los problemas del cambio climático. En palabras de Al Gore (The case for optimism on climate change), hacer frente al cambio climático a través de una transición hacia una economía baja en carbono representa “la nueva y más importante oportunidad de negocio de la historia”. El desarrollo de las energías renovables, la introducción de medidas de eficiencia energética, la implantación de un nuevo modelo de movilidad sostenible (coche y ferrocarril eléctricos) o la potenciación del I+D son sólo algunos de los ejemplos de áreas, dentro del sector energético, con mayores oportunidades de crecimiento para los próximos años.
Los mercados de capitales gradualmente están dando señales que incentivan o castigan las estrategias empresariales tendentes o contrarias a la descarbonización. Por ejemplo, JP Morgan anunciando que deja de financiar inversiones en nuevas minas de carbón; BlackRock o el Fondo de inversiones Noruego destinando sus inversiones a empresas con tecnologías limpias y saliendo de aquellas con tecnologías emisoras; las agencias de rating introduciendo en sus modelos de valoración las estrategias de lucha contra el cambio climático; o los planteamientos de Mark Carney -el gobernador del Banco de Inglaterra – o de Mario Draghi sobre el riesgo sistémico de las inversiones en los activos más emisores de CO2 o de actuar contra el cambio climático demasiado tarde y de manera abrupta.
Iberdrola valora positivamente el Acuerdo de París y está dispuesta a aprovechar las oportunidades que afloran del cumplimiento del mismo. Entendemos que el Acuerdo viene a refrendar la apuesta que realizó hace años por un modelo empresarial sostenible basado en un mix de generación que minimice los efectos del cambio climático, unas redes inteligentes que ayuden a integrar la alta penetración de renovables necesaria, y una I+D+i que proponga soluciones a los importantes retos del sector energético.
La estrategia de la compañía ha sabido hacer de la sostenibilidad medioambiental un vector de crecimiento, como lo demuestra el haber doblado su capitalización bursátil en los últimos diez años. En la actualidad es una de las primeras utilities mundiales por capitalización bursátil.
Iberdrola es líder mundial en energías renovables con más de 25 GW instalados valorados en casi 28.000 millones de euros; liderazgo especialmente relevante en producción de energía eólica. Es una de las eléctricas con menos intensidad de emisiones (un 30% inferior a la media del sector eléctrico europeo), y sigue comprometiéndose con la lucha contra el cambio climático. En efecto, se presentó públicamente en la COP21 la contribución de la empresa, consistente en el compromiso de una reducción del 50% de la intensidad de emisiones de CO2 en el año 2030 sobre los niveles de 2007, y a un suministro neutro en CO2 en 2050.
Sabemos que queda mucho por hacer para conseguir limitar la temperatura del planeta a lo establecido en el acuerdo de París. Trabajaremos – conjuntamente con Gobiernos, Instituciones, Ciudades y Sociedad Civil – en el marco del proceso de negociaciones internacionales de cambio climático y en las futuras Cumbres, aportando nuestra experiencia para que una implementación eficiente, participativa e inclusiva, permita hacer de un modelo económico respetuoso con el medioambiente la base de una estrategia empresarial que genere valor y prosperidad para la sociedad.
(*) Carlos Sallé es director de Políticas Energéticas y Cambio Climático de Iberdrola
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Acuerdo COP21 de Paris en Español en EFEverde

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Esta tribuna puede reproducirse libremente citando a su autor y a EFEverde
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