José María Cernuda.- Las economías emergentes son una realidad tan contundente que se han situado a la cabeza de las desarrolladas, pero también son las primeras y más destacadas economías en cuanto a la emisión de gases de efecto invernadero.
Por mucho que Europa se encuentre a la cabeza en cuanto a la lucha, legal y de concienciación ciudadana, para disminuir la emisión de CO2 y no favorecer el descontrolado incremento de la temperatura media de la tierra, las economías que surgen como inmediatas líderes del desarrollo –mucho nos extenderíamos si tuviéramos que determinar qué debemos entender por “desarrollo” – truncan inevitablemente la lucha para atenuar el cambio climático, una vez que hemos descartado que el cambio climático pueda evitarse porque ya no tenemos tiempo ni medios para ello.
Si Europa se viene blindando, con leyes cada vez más atrevidas, combatiendo y penalizando las actividades más dañinas para el medio ambiente, al objeto de conseguir, al menos, una disminución de emisiones; todo lo contrario sucede con los países que ya superan a las principales economías europeas y que dependen para su acelerado desarrollo del petróleo y sus derivados, en los que han fundamentado su rapidísimo crecimiento. En estos países no podemos esperar la existencia de leyes del mismo corte que las europeas, sino todo lo contrario; de haber, siempre favorecerán el uso de las energías contaminantes que, inevitablemente, incrementan el consumo y lo convierten en esa rueda interminable con la que hemos venido conviviendo en Occidente desde hace más de un siglo pero, de forma vertiginosa, en los últimos cincuenta años. ¿Podríamos convencerles de que ese no es el camino a seguir.?
Esta forma de vida, la del desarrollo soportado en el uso de las energías sucias y en el ingente consumo de sus ciudadanos, que debería que tender a disminuir y racionalizarse si no queremos sucumbir antes de lo que se pudiera esperar, es la que, desgraciadamente, han adoptado los países emergentes. Y las leyes, tardías en Occidente (y no en todo Occidente, solo basta con recordar la posición de los Estados Unidos, todavía el primer emisor de gases de efecto invernadero), no son suficientes para retrasar lo inevitable.
El cambio climático ha llegado, lo estamos viviendo, se acelerará y no va a haber norma alguna que pueda impedirlo ni retrasarlo. ¿Dónde está Kioto, dónde Cancún, qué se podrá discutir, si se llega a celebrar, en la cumbre de Durban?. Unos se afanan por corregir lo que han provocado, otros adoptan las mismas políticas sin importarles el futuro, solo el crecimiento desmedido. Todo está interconectado, nadie podrá librarse. El lastre de las emergentes es demasiado pesado y el resto no vamos a poder compensarlo ni con las leyes más progresistas.
Ley y Clima
23 de junio de 2011