EFEVERDE.- El otoño es una de las épocas en las que las depresiones suelen ser más frecuentes e intensas, pero no solo afectan a los seres humanos, también nuestras mascotas se pueden poner tristes y apáticas, sin embargo, también para ellas hay ayuda.
Una de las razones más extensas por las que sufrimos depresiones en otoño es la vuelta del periodo de vacaciones a la rutina de la vida cotidiana. Pero también para las mascotas puede ser una razón para decidir cruzarse de brazos y dejar que sus párpados caigan de forma melancólica sobre sus ojos.
La periodista medioambientalista, miembro de la ONG Asociación Defensa Derechos Animales (ADDA), Carolina Pinedo, habló con EFEverde para explicarnos que la depresión va asociada principalmente al cambio de rutina que se realiza tras el verano, “independientemente que cuando llega el otoño cambie el tiempo y haya menos luz”.
“En principio no es una cuestión de razas, es sobre todo una cuestión de educación, de cómo tratemos al animal en casa, que tengamos cubiertas todas sus necesidades y que nos propongamos tener un animal que esté bien socializado desde que es un cachorro y que se relacione con otros animales, con otros congéneres para que no sea miedoso el día de mañana”, subrayó Pinedo.
Según Carolina Pinedo, “las depresiones de los animales domésticos, perros y gatos, pueden ser causadas por muchas razones, pero solo el dueño que es el que le conoce más de cerca podrá distinguir si se encuentra bajo los efectos de una depresión que puede ser crónica, pasajera o estacional”.
“Las depresiones crónicas están motivadas por razones físicas asociadas a cambios hormonales. En este último caso la mascota necesita de la supervisión del veterinario, quien será el que adapte a su sintomatología el tratamiento más adecuado”, indicó Pinedo.
Él profesor de la Facultad de Veterinaria y director del Centro de Medicina de Comportamiento Animal de la UCM, Miguel Ibáñez, también expresó su opinión a EFEverde y manifestó que “las causas de depresión en cualquier animal, incluso en el ser humano, es el resultado de un estado de conflicto emocional y de ansiedad al que se llega cuando las posibilidades de poder reaccionar frente a ese conflicto ya no tienen ninguna eficacia”.
El mismo lugar donde vive una mascota, generalmente un piso, le proporciona ya una situación estresante porque no dispone de características especiales ni de medios suficientes para atender todas las necesidades que pueda tener el animal.
“Lo mismo que le podría ocurrir al ser humano que vive en un piso sin disponer de determinadas condiciones como son la socialización y que no trabajase en el exterior, o con una vida muy controlada como puede ser en los penales, donde las posibilidades de ansiedad o depresión son muy altos porque les falta una de las grandes necesidades que es la relación social”.
“En el caso de estas especies que viven con el ser humano les pasa lo mismo, porque necesitan vivir muy intensamente la relación social”, indicó el profesor.
Según Ibáñez, “la socialización tiene que empezar desde que el animal nace. Cuanto más socializado esté, más salga a la calle y más relación tenga con otros animales, aunque sea con otras especies, mejor será para su desarrollo emocional y su equilibrio, de esta manera es casi seguro que no tendrá problemas relacionados con la depresión o estados de ansiedad”.
Los síntomas más evidentes que un animal muestra cuando sufre una depresión son tristeza, estará menos activo, más apático y tendrá menos apetito.
Además, “la relación social con sus propietarios disminuirá, dejará de dormir o dormirá en exceso y es posible que cuando el dueño le dé órdenes que él conoce las desobedecerá. Entonces hay que empezar a sospechar que algo sucede”, señaló el profesor de veterinaria.
“Pero lo que sí puede hacer cualquier propietario es -continuó Ibáñez-, en principio, mejorar las condiciones de vida del animal, enriqueciendo el medio ambiente; dedicarle más tiempo a jugar y a interaccionar, y sacarle más veces a la calle, porque normalmente estos problemas son debidos a una carencia en la relación social”.
También pueden estar motivados por algo que a lo mejor le ha sucedido al ser humano, “como pueda ser una enfermedad que le haya hecho cambiar su actitud o su forma de relacionarse con la mascota y que le pueden llevar a ésta a un estado depresivo”, subrayó el especialista.

Ibáñez indicó que “si vemos que la situación no varía, lo mejor es ir a un especialista, quien nos dirá, si el proceso estuviera muy avanzado, si debemos proporcionarle algún tratamiento antidepresivo con fármacos”.
El profesor concluyó que “existen pocos peligros ante la presencia de un animal depresivo porque las reacciones incontroladas, las que tienen que ver con la agresividad o la destructividad, son actividades incompatibles con la depresión, porque implica una alta excitabilidad y actividad que raras veces se da en estados de depresión”. EFEverde
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