La presunta madurez de la idea de que es inevitable convivir con la energía nuclear, especialmente entre los españoles, parece que se confirma. Ha sido una evolución lenta y larga; se ha pasado de una mayoría clara y contundente de rechazo, a otra donde la tolerancia hacia ella –con todas las cautelas y controles que se deben exigir-, ha calado entre la gente. Lo que las estadísticas señalan es que en estos momentos, después de los reactores de Fukushima, prácticamente se ha equilibrado la aceptación de las nucleares con su rechazo absoluto.
Cuando pasen las semanas y si, por suerte, los japoneses consiguen controlar el desastre y minimizar los efectos, las estadísticas volverán a inclinarse a favor de la energía nuclear porque el impacto de todo lo que está aconteciendo se irá atenuando poco a poco. De hecho ya no es la primera noticia que aparece en los medios de comunicación.
Es indudable que lo único que no puede ponerse en duda es que su uso no produce emisiones de CO2 a la atmósfera, pero ¿compensa el riesgo de todo lo demás.?. ¿Existen alternativas.?. ¿Podríamos seguir consumiendo sin contar con ellas.?.
Tantos interrogantes para tan pocas respuestas.
Jose María Cernuda
Ley y Clima
21 de marzo de 2011