Francisco Martínez Romón.- Aquella mañana había llovido intensamente sobre los campos sorianos y el terreno estaba empapado. No obstante, el cálido sol primaveral pudo con los grises y oscuros nubarrones y su intensa luz se abrió paso, poco a poco, hasta adueñarse definitivamente del gran bosque sabinar en el que había decidido adentrarme con el propósito de obtener algunas instantáneas de tan insólito y apacible lugar.