Laura Zúñiga, hija de la activista hondureña Berta Cáceres -asesinada en 2016 por defender los derechos de los Lenca-, asegura que en Honduras “nos han quitado tanto, que nos han quitado el miedo”, por ello asegura que con los apoyos internacionales confía en conseguir justicia para su madre.
Zúñiga ha visitado Huesca para la inauguración de una Aula Verde, que busca fomentar la conciencia y enseñanzas medioambientales, y, que el Ayuntamiento de la localidad ha bautizado con el nombre de Berta Cáceres en reconocimiento a su lucha en defensa de la comunidad indígena de la que formaba parte: los lenca.
El apoyo internacional, apoyo fundamental para la apertura de una investigación

La joven, de 24 años, ha explicado a los medios de comunicación que confía en que los apoyos internacionales obtenidos por su organización permitan promover una investigación que finalmente ponga “cara y nombre” a los autores intelectuales del crimen de su madre.
De apariencia frágil pero fuerte en las convicciones que defiende, según suele ser descrita por quienes le conocen, Laura Zúñiga tiene presente siempre a su madre, a quien también considera que fue “compañera” además de madre.
“Mi mami era muy fuerte y muy decidida -ha explicado-, y yo siempre me sentí muy protegida con ella, aunque también buscó inspirar que nuestras potencialidades salieran a la luz (Laura es una de las cuatro hijas de Berta Cáceres), y lo hacía empujándome y apoyándome”.
Un empuje, un apoyo y una “esperanza” que Zúñiga confía en que “sientan” todas las personas en los “momentos difíciles” que atraviesa en la actualidad el planeta debido a las agresiones medioambientales que sufre.
Desaparición del río, desaparición de la vida
Laura Zúñiga preside el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH), organismo desde que el su madre se enfrentó a una poderosa corporación apoyada por el Gobierno de Honduras que pretendía construir una presa en el río Gualcarque, sagrado para la comunidad Lenca.
Según ha explicado, “este río ha servido de hábitat funcional para el pueblo indígena Lenca, del que somos nosotros, y su desaparición significa la desaparición de la vida”.
Esta convicción, ha añadido, motivó la lucha ejercida por Cáceres hasta su asesinato, tras años de amenazas, intentos de soborno e, incluso, encarcelamiento.
La joven activista ha asegurado que de su madre “nos queda la necesidad de hacer justicia, con su fuerza, alegría y decisión, pero también la urgencia de lucha por el planeta en estos momentos cruciales”.
La influencia de familias poderosas
Laura Zúñiga asegura que su familia ha sido siempre “marginada” por el Gobierno hondureño en relación a la investigación del asesinato de su madre, aunque insiste en su convicción de que el asesinato responde a intereses de “las familias más ricas de Honduras y Centroamérica”.
“Hemos exigido al Gobierno de Honduras, y vamos a seguir haciéndolo, una investigación, juicio, castigo y condena para los autores intelectuales del asesinato, y aunque va a ser difícil, esperamos que con el apoyo de muchas personas de distintos lugares podamos obtener justicia”, ha subrayado.
Zúñiga señala con el dedo, como refleja un informe elaborado por juristas independientes que investigaron el crimen, a la empresa promotora del proyecto de la presa, Desarrollos Energéticos Sociedad Anónima (DESA), cuyo socio más importante es una familia de Honduras.
“Nos han quitado tanto, que nos han quitado el miedo”, ha añadido Laura Zúñiga, para quien la “parálisis” que produce el miedo no impedirá la voluntad de su organización de “movernos y seguir avanzando”. Efeverde
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