Por Francisco Martínez Romón.- Las primeras brumas otoñales que llegan arrastrando lentamente su volátil presencia por la extensa superficie de la selva de Irati, tras un prolongado y seco estío, destilan una fresca y sutil humedad que impregna la atmósfera de suaves y delicados aromas; emanados todos de las múltiples y heterogéneas plantas que alberga este bosque navarro ubicado principalmente sobre los valles de Aezkoa y Salazar.