El último temporal de lluvias en el área mediterránea ha dejado un saldo de al menos once víctimas mortales, buena parte de ellas al ser arrastrados por el agua los vehículos en los que viajaban. Cuando esto ocurre –y por desgracia ocurre en mayor o menor medida en todas las situaciones de este tipo- nos preguntamos ¿Qué pasó? ¿Se podía haber evitado?…
Las preguntas quedan algunos días en el aire…se organiza cierta polémica…y se olvidan por lo general hasta un nuevo episodio.Es verdad que otra pregunta que cabría hacer es ¿Y cuantas personas se han salvado mediante los avisos, la mentalización por los medios o las obras de mejora realizadas en las infraestructuras? Pues muchas, probablemente. Pero no podemos quedar tranquilos mientras todavía siga produciéndose alguna víctima mortal y se sigan originando daños tan cuantiosos.
Para intentar llevar a cabo medidas adecuadas para evitar, o al menos suavizar estos hechos, las preguntas que cabe hacerse son, desde mi punto de vista, dos. La primera es sí las víctimas tenían una información clara y eficaz sobre la situación y sus riesgos. Y la segunda, sí tenían esa información ¿que les llevó a desafiar el riesgo o a no tomar –cuando ello haya sido así- medidas protectoras?
Estas cuestiones se han planteado muchas veces y han originado multitud de respuestas y apreciaciones. Se habla a veces de que los avisos no son lo claros y precisos que debieran o que tendrían que incluir información sobre los impactos que la situación puede originar (algo así se está ensayando ya en Estados Unidos). O que no circulan adecuadamente hasta los directamente afectados. Se dice también que las personas no valoramos adecuadamente los riesgos de estas situaciones dado que no estamos acostumbrados a ellas o bien que ponemos en marcha ese mecanismo psicológico que se resume en la frase “A mi no me va a pasar” y que nos lleva a negar o relativizar el problema.
Seguro que todos estos razonamientos tienen una parte de verdad y que hay que mejorar la información, hacerla llegar más eficazmente y llevar a cabo mas y mejores campañas de información y concienciación. Pero para hacerlo del mejor modo posible hay que tener la contestación a las preguntas que antes exponía… pero dadas por los propios afectados.
Desgraciadamente no podemos preguntarlo ya a los fallecidos pero estoy seguro que familiares y amigos pueden respondernos por ellos. No me refiero a ninguna entrevista periodística sino a una investigación llevada a cabo por psicólogos sociales y realizada de forma sistemática después de cada suceso de este tipo. Indudablemente la muestra sería, afortunadamente, pequeña y puede que las conclusiones no fueran muy valiosas pero entiendo que esa investigación debería quedar englobada en otra mas amplia y ambiciosa basada en encuestas periódicas entre las poblaciones del área mediterránea mas comúnmente afectadas por las inundaciones y que también son víctimas directas por los daños causados en sus bienes.
De este modo podríamos obtener un modelo psicosociológico de cómo se reciben las informaciones de aviso, si se entienden, si se valoran adecuadamente y, sí es así, porqué se actúa de una u otra forma. Y todo ello no referido solamente a las personas particulares sino también a aquellas que deben tomar medidas preventivas o correctivas en relación con estas situaciones.Siempre he pensado que para generar informaciones correctas es necesario partir del usuario de las mismas y desde ahí recorrer el camino “hacia atrás” y llegar así a un adecuado diseño y realización.
La información meteorológica es ya muy rica y variada y por tanto un mejor servicio a la población no pasa solamente por seguir mejorando modelos matemáticos y tecnologías sino fundamentalmente por mejorar la realización y difusión de esas informaciones. Para ello he abogado con frecuencia por la puesta en marcha de un trabajo conjunto de investigación aplicada entre meteorólogos, psicólogos sociales, responsables de protección civil y comunicadores.
Hay que saber qué le llega al público, si lo que le llega es adecuadamente procesado y comprendido y si es posible mejorarlo aún más. Pero para eso hay que preguntarle y organizar adecuadamente ese conocimiento. Y después, si con toda la información disponible, la persona decide no actuar o hacerlo de modo erróneo serían de nuevo los psicólogos sociales los que tendrían que indicar qué acciones de información y concienciación podrián ayudar a la elección de una conducta adecuada en estas situaciones.
Creo que éste sería un reto interesante para algunos departamentos universitarios de Psicología Social y que podría ser el propio Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) el responsable del trabajo de campo por lo que se refiere a la realización de las encuestas. Pocos trabajos estadísticos podrían tener mayor prioridad que éste desde el punto de vista de la seguridad pública y el bienestar social.
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Sobre el autor: Meteorólogo de AEMET durante treinta y ocho años y hasta hace muy poco tiempo. Ahora trabaja para plasmar en su blog una visión integradora de la meteorología, la climatología y la predicción.