EFEverde.-Los frutos del acebo y del muérdago constituyen una “fuente fundamental de alimentación” en la dieta de algunas especies de aves, como el zorzal charlo o el urogallo, debido a la ausencia de insectos durante el invierno como consecuencia de la bajada de las temperaturas.
En declaraciones a Efe, el técnico del área de seguimiento de aves de SEO/BirdLife, Blas Molina, ha asegurado que esta situación origina “una simbiosis o beneficio mutuo” entre ambos seres vivos porque “el acebo da alimento al urogallo y éste dispersa su semilla a través de las deyecciones”.
Las semillas poseen una característica denominada “dormancia”, es decir, permanecen como dormidas gracias a la capa que las cubre y, cuando circulan por el tracto digestivo de algunas de las aves o de los mamíferos, se rompen con los ácidos generados en la digestión y, a través de las defecaciones, “las semillas caen y tienen la capacidad de germinar”.
En el caso del muérdago, según este experto, el zorzal charlo actúa como un “dispersor”, gracias a una sustancia viscosa que permanece en su pico junto a la semilla y cuando se desplaza a otro árbol para comérsela, se produce un “enraizamiento” en la rama para que vuelva a nacer otra planta.
Método de atracción
“Todos los frutos rojos y llamativos, como la zarza, poseen esas tonalidades como un método de atracción para los pájaros y, cuando las semillas caen en un lugar concreto, la germinación no se produce hasta pasados más de cuatro años, porque van cubiertas de una capa protectora”, ha afirmado Molina.
Asimismo, -según ha explicado el científico- la presencia de estos frutos en jardines también contribuye a la alimentación de otras muchas especies, como el petirrojo, que “ha aumentado su aparición en áreas urbanas por la proliferación de estos arbustos”.
“Esta simbiosis se da sobre todo en la mitad norte de España, cordillera Cantábrica y Pirineos, ya que hay un mayor predomino de acebales y, respecto al muérdago, se concentra sobre todo en los lugares donde hay pinares silvestres o resineros que albergan esta clase de plantas parásitas”, ha apuntado este investigador.
Esta relación mutua de beneficio “aparece incluso en la nomenclatura científica”, como en el caso del muérdago y del zorzal charlo, cuyos nombres corresponden a ‘turdus viscivorus’ -el arbusto- y ‘viscum album’ -el ave-.
Importancia para la biodiversidad
Molina también ha destacado que “este tipo de fenómeno ocurre en muchos tipos de plantas y aves”, aunque en algunos casos es más conocido que en otros y ha enfatizado la importancia que supone en la biodiversidad este tipo de relaciones entre distintas especies en aspectos como “la dispersión o la germinación”, entre otros.
El urogallo, una especie protegida en España y cuyo aspecto recuerda a un ‘gallo’, es “muy sensible” porque cuenta con unas poblaciones “muy reducidas”, concentradas en la zona norte, y en el caso de las que se localizan en la cordillera Cantábrica, “su situación es crítica”.

Respecto al zorzal charlo, con un aspecto muy semejante al mirlo, aunque con un plumaje pardo, no es muy común verlo en zonas ajardinadas porque “es una especie ligada a pinares, a pesar de que últimamente también está frecuentando los encinares”, ha manifestado el investigador.
Una de las características de esta singular ave es que “se mueve en pequeños bandos” y también se alimenta de los frutos de la hiedra u otras plantas trepadoras atraídos por sus “peculiares tonalidades azuladas o rojizas”, ha concluido Blas Molina. EFEverde
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