La construcción con tierra es una respuesta local “ecológica y económica” que pone en valor las “técnicas constructivas y saberes milenarios” de las comunidades y permite a los pueblos “avanzar hacia su propia resiliencia”.
Así lo considera la arquitecta española Elena Carrillo, quien ha apostado por la tierra para su iniciativa social de construcción participativa de viviendas en Nicaragua “Mujeres de Arcilla”, por la que ha sido ganadora este año del Premio Nacional de ‘Tierra de Mujeres’ en España, que concede la Fundación Yves Rocher.
Desde hace seis años, Carrillo y sus compañeros del colectivo Zompopo -un arquitecto, una socióloga y una politóloga- desarrollan proyectos de trabajo comunitario de construcción de hogares a partir de materiales locales en Nicaragua, donde las casas tradicionales son de tierra, señala a EFEverde esta arquitecta.
Carrillo argumenta que la tierra es un elemento resiliente, pues “al estar bajo nuestros pies, no necesitamos importarla desde fuera”, por lo que garantiza autosuficiencia, y es sostenible, en tanto que es “reutilizable infinitamente”, por lo que construir con tierra tiene una huella de carbono “casi nula”.
Defiende, además, la arquitectura vernácula porque “las técnicas constructivas que se han mantenido a lo largo de la historia son saberes milenarios que se adaptan muy bien”, y dan respuestas locales “mucho más interesantes que la de importar materiales y acabar construyendo igual en España que en China”.
El colectivo Zompopo trabaja a través de oenegés locales que previamente detectan una necesidad en una comunidad determinada y mediante propuestas participativas gracias a las cuales las familias pueden decidir qué elementos desean mejorar en sus viviendas.
Procesos liderados por mujeres
Para fomentar la igualdad, Carrillo incide en que todos los procesos que se coordinan en la iniciativa están liderados por mujeres locales, desde la toma de decisión hasta la propia obra del hogar.
Para ello, les imparten talleres de formación en la autoconstrucción, con el fin de “reforzar las capacidades locales y que así esos saberes perduren en el tiempo”.
Sin embargo, esta arquitecta sostiene que “a veces resulta difícil que las mujeres quieran liderar los proyectos en la parte más productiva de la construcción”, por una suerte de “bloqueo mental” a la hora de usar herramientas.
“Por ejemplo, algunas mujeres nos dicen que no saben medir, cuando en realidad sí saben, porque miden para la costura, lo que pasa es que no asocian estas capacidades a las tareas que normalmente no realizan ellas”, agrega.
Carrillo recalca asimismo la importancia de que los hombres participen, “sobre todo en el proceso de decisión”, para tomar conciencia de los problemas medioambientales y sociales que les afectan.
Mejorar las cocinas para frenar la deforestación
Parte de los esfuerzos de la iniciativa se han centrado en la mejora de las condiciones de las cocinas que, también hechas de tierra, funcionan con leña, lo que implica un “enorme” impacto en la deforestación de la región, y acarrea graves problemas de salud, lamenta esta especialista.
Gracias a las obras, las cocinas renovadas emplean ahora más de la mitad de la leña que precisaban antes, asegura, aunque mantiene que “nunca se podrá eliminar por completo el empleo de la leña en la cocina”, ya que es algo muy arraigado a la cultura local.
“Hay algunos proyectos de cocinas solares pero yo creo que eso siempre será algo complementario a su forma tradicional de cocinar”, reitera.
Carrillo concibe el premio “Tierra de Mujeres”, de 10.000 euros, como “un impulso muy grande” para el trabajo del Colectivo Zompopo pues, aunque los materiales que utilizan son baratos -al ser locales-, la formación, la gestión y la construcción sí requieren cierto esfuerzo económico. Efeverde