La reintroducción del pelícano ceñudo en el Bajo Guadalquivir “podría comenzar a lo largo de 2023” si los resultados del estudio actual son positivos, ha anunciado a Efe el investigador Miguel Ferrer, responsable de este documento que será publicado a finales de este mismo año.
El análisis “no es para hacer la reintroducción sino para saber si tiene sentido hacerla” con una especie que se encuentra “casi amenazada” de acuerdo con los criterios de la Lista Roja de Especies Amenazadas de la UICN ya que apenas sobreviven unas 2.000 parejas en Europa, número que se vio aún más reducido recientemente por una variante de gripe aviar.
La investigación resume y justifica “los argumentos sobre la conveniencia de impulsar este proyecto”, entre los cuales se plantea “qué lo hizo desaparecer y si esta amenaza sigue vigente hoy día”, a raíz de “una propuesta de la presidencia de la Royal Society for the Protection of Birds (RSPB), si los análisis de viabilidad eran buenos”, aunque desde SEO/Birdlife en España hay una opinión diferente.
“Lo urgente no es traer especies nuevas a nuestros ecosistemas, sino velar por la supervivencia de las que ya viven en ellos”, ha defendido Ana Carricondo, responsable de conservación de SEO, quien además subraya una cuestión legal: “para plantear una reintroducción, la existencia del animal debe estar reconocida en nuestra geografía, no vale con que haya rastros hace miles de años, y actualmente no consta su presencia en el listado de especies extinguidas de España”.
Por ello, cree que en este caso “no se trata de una reintroducción, sino de una introducción experimental” y esto “no tiene nada que ver con la conservación de la Naturaleza, sino con jugar con una especie para ver cómo podemos encajarla en un ecosistema”.
Ferrer ha criticado este argumento porque “contrasta con la postura de su organización matriz, la RSPB, que fue quien sugirió este proyecto” y recuerda que el estudio busca precisamente “recabar toda la información disponible de los antecedentes históricos”.
El investigador cree que “podemos asegurar que vivió en toda Europa, no sólo España, aunque se extinguió de la parte occidental en el siglo XIX” y hay que definir por qué, si bien él ya posee una explicación.
“Hemos encontrado subfósiles en España, la mayoría del período musulmán, pero su número disminuye al tiempo que la península cambia de manos y el catolicismo se instala como religión hegemónica porque la Iglesia instaba a comer pescado los viernes”, analiza.
El pelícano, como otras aves piscívoras -el pigargo o el águila pescadora- aprovechaba para alimentarse “unas estructuras semejantes a piscinas, anexas a los ríos, en las que quedaban atrapados los peces” que los devotos capturaban para comer ese día.
Esto “no hacía mucha gracia a los católicos” y “cuando en el XIX se populariza el uso de armas de fuego, el pigargo, el pelícano y el águila pescadora desaparecen de la Europa católica”.
Hoy día, el águila pescadora ha vuelto a la península ibérica gracias a proyectos de reintroducción en los que ha participado Miguel Ferrer, mientras que, con el pigargo, “tenemos la previsión de iniciar un estudio para ponderar la viabilidad de su regreso”.
El pelícano “puede criar en lagunas, marismas o junto al mar” y por ello fue seleccionada la zona del Bajo Guadalquivir como posible hábitat, “aunque también consideramos otros, como los complejos lagunares de la provincia de Cádiz”, donde “no sería muy difícil formar una primera población gracias a los muchos ejemplares que viven en los zoológicos españoles”.
En todo caso, recuerda otros programas de conservación, como el del ibis eremita en Cádiz, que se desarrollaron “debido a la extrema necesidad de salvar a esta especie, que estaba extinguiéndose, pese a que no había constancia alguna de que hubiese vivido en España”. EFE