Por Isabel Martínez Pita. La agricultura ecológica hace frente a la convencional, y España se sitúa en el ‘top’ de los países europeos con mayor superficie de producción ecológica pero, como contrapartida, nos encontramos a la cola del consumo.
Lo explicó la presidenta de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica, Mª Dolores Raigón, quien señaló que la mayor parte de la producción ecológica se dirige a la exportación.
Raigón subrayó que España, desde hace diez años, está en el número uno en cuanto a superficie de producción ecológica frente a los demás miembros de la CE y, además, certificada por un modelo creado en Bruselas y que es de obligado cumplimiento para todos los países miembros.

Mª Dolores Raigon es además doctora en Ingeniería Agrónoma por la Universidad Politécnica de Valencia (UPV), catedrática de la Escuela Universitaria del área de Edafología y Química Agrícola y autora de diversos libros sobre alimentación ecológica e investigadora.
Para la presidenta de la SEAE, la agricultura ecológica, además, conlleva unos objetivos entre los que se encuentra el de prescindir de sustancias químicas que contaminen, y cuyos impactos también sobre la salud son conocidos.
La transición de los agricultores hacia la ecológica
La investigadora aseguró que algunos agricultores ya están realizando esa transición en la que se someten a la normativa que ha elaborado la CE sobre agricultura ecológica.
“Antes de continuar con unas circunstancias aplastantes como son las que resultan del mercado convencional, hay agricultores que, a cambio de tener un poco más de margen de maniobra a la hora de comercializar su producto, están realizando esa transición”.

“Pero también se establece como una oportunidad hacia los jóvenes que, lejos de introducirse en un mercado o modelo productivo que genera tantos problemas, quieren incorporarse a un modelo mucho más vivo y dinámico, que contempla atributos de bienestar, tanto para el productor como para el consumidor y que, sobre todo, respeta el medio ambiente”, indicó la presidenta de la SEAE.
Se trata, según Raigón, de “una producción de calidad que principalmente se ha dirigido a los mercados exteriores a través de la exportación, según los datos estadísticos que tenemos del 2016, publicados en 2017, por ese año de diferencia que hay entre las publicaciones de datos y que sitúan a España en el top de los 10 países con mayor producción”, indicó Raigón.
“Aunque estamos todavía lejos de países como Dinamarca”, añadió la presidenta.
Para Mª Dolores Raigón, el tema del precio es una de las batallas de los productos ecológicos, pero lo primero que hay que identificar en este aspecto es que el precio no lo marca ni el productor ni el consumidor, sino que es una cuestión de mercado y de distribución, y “son otros los que se encargan de poner ese precio, aunque luego hay otros handicaps que influyen en el tema del precio”.
“Por ejemplo, el agricultor ecológico que se ampare en los criterios de la normativa de la CE tiene que estar inscrito en un comité o empresa de certificación, que varía según la Comunidad a la que pertenezca y que puede ser una empresa o la propia administración, pero para estar inscrito en un sistema de certificación el agricultor tiene que pagar”.

Eso supone un coste adicional que se añade a la explotación ecológica frente a la convencional, lo que repercute en el precio final”.
Raigón argumentó que “es una cuestión de oferta y demanda. Cuando tengamos una demanda alta, los precios van a tender a estandarizarse que es lo que está pasando en el norte de Europa”.
“Hemos adquirido una inercia desde hace unos años en la que parece que los alimentos tienen que ser baratos. Sin embargo, en los años sesenta la principal deriva de la economía familiar estaba en la cesta de la compra. Deberíamos dar prioridad a lo que significa la alimentación y ponerla en valor, porque confundimos el precio con el valor y así equivocamos el concepto”, se lamentó Raigón.
“La FAO trató el tema del coste de los alimentos ecológicos y llegó a la conclusión que no eran caros, sino que los que eran caros eran los convencionales”, indicó la investigadora.

“Porque cada euro que gastamos en una producto convencional, hay que invertirlo después para subsanar los problemas medioambientales, contaminación de suelos, aguas, del medio ambiente, más otro euro para subsanar los problemas de salud, porque hoy en día la salud está muy condicionada por el ámbito alimentario”, concluyó Mª Dolores Raigón. EFEverde
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