Alrededor de 360 aves acuáticas de 29 especies diferentes se vieron afectadas durante 2012 por enfermedades asociadas al secado de la marisma (cianobacterias y botulismo) en el Espacio Natural de Doñana, de las cuales 260 se encontraron ya muertas y 164 se recogieron aún vivas.
Se trata de un número bastante inferior al de 2011 debido al menor nivel de precipitaciones que se registró en la época de lluvias, según se recoge en la Memoria de Actividades y Resultados del Espacio Natural de Doñana de 2012.
Al encontrarse la marisma seca en época estival, y especialmente en un año tan seco como fue 2012, la recogida de aves se produjo especialmente en las áreas donde, a consecuencia del desarrollo de aprovechamientos tradicionales e industriales, se mantienen masas de agua aun en esta estación.
Cercetas pardillas y gaviotas, las más afectadas
Del total de especies que se han visto afectadas, se destacan, por su grado de amenaza, tres cercetas pardillas, 10 gaviotas picofinas, si bien por volumen de afectación destacan el ánade azulón con 138 ejemplares, la gaviota reidora con 58, o la focha común con 26 ejemplares.
Los resultados obtenidos de las distintas muestras confirmaron las muertes por anoxia/intoxicación aguda debido a concentraciones elevadas de algas cianobacterias y toxina botulínica.
Y es que, anualmente, a consecuencia del secado de la marisma se produce la eutrofización natural de aguas someras y proliferación de bacterias tóxicas y algas, que provoca mortandades recurrentes en las poblaciones de avifauna.
La respuesta y la prevención de las afecciones más cuantiosas se realizan por la Red de alerta temprana de cianobacterias del Espacio Natural de Doñana, en funcionamiento desde 2007, con la presencia de medios propios del Espacio, personal del la EBD y participación universitaria en distintas fases.
Según el procedimiento que se sigue, las muestras de agua son recogidas -con una periodicidad establecida- en distintos puntos distribuidos por los humedales del Espacio Natural escogidos según el nivel de agua y la posibilidad de presencia de cianobacterias, y se envían para su análisis a la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid, desde donde se establece el nivel de alerta para cada punto.