Con la plantación de cincuenta olmos resistentes a la grafiosis en el Retiro, esta especie vuelve al emblemático parque madrileño gracias a unos ejemplares “clonados” a partir de especímenes supervivientes a la enfermedad que ha diezmado a estos árboles desde los años 80.
La investigación para clonar esta especie, llevada a cabo por la Escuela de Ingenieros de Montes y dirigida por el catedrático Luis Gil, se inició hace 30 años y ha permitido asimismo la plantación de otros 368 ejemplares en la Casa de Campo y 113 en las riberas del Manzanares.
Árboles emblemáticos
Se trata de árboles de gran porte que ofrecen mucha sombra en los parques y están ligados a los sotos, riberas y jardinería histórica, así como a las alineaciones de carretera y de ciudad.
Los ejemplares plantados proceden de varios clones resistentes a la enfermedad, localizados en el mismo Retiro y en la Dehesa de la Villa y donados por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, que proporcionó varias parcelas de terreno para una investigación de la Escuela de Ingenieros de Montes de la Universidad Politécnica de Madrid.
El delegado madrileño de Medio Ambiente y Movilidad, Borja Carabante, ha explicado que la grafiosis “llevó a que en Madrid, que contaba a principios del siglo pasado con el 30 por ciento de todos los olmos del país, esta especie haya desaparecido prácticamente en su totalidad”.
La grafiosis
Según el catedrático Luis Gil, la grafiosis es una enfermedad transmitida por un insecto que “entra dentro del sistema conductor de los olmos, donde empieza a crecer el micelio, de la espora sale un hongo que crece por los elementos conductores y empieza a expulsar sustancias que hacen que la sabia se haga más densa y no llegue a las hojas”.
Esta enfermedad, que posiblemente llegó de Asia durante la I Guerra Mundial, causó entonces una importante mortalidad de olmos y más tarde se hizo endémica y capaz de acabar con el árbol en uno o dos años.
La última variante del hongo causante de la enfermedad (Ophiostoma novo-ulmi) apareció en Andalucía en 1985 y rápidamente se expandió por todo el país, hasta que en los años noventa afectaba ya a casi todas las provincias españolas y se dividió en dos cepas de grafiosis muy agresivas y dañinas para los árboles, lo que hizo sospechar la extinción de esta especie.
Buscando olmos resistentes
En los años 80 “murieron millones de olmos por toda España”, ha recordado Gil, pero “éramos jóvenes y teníamos ilusión en que eso no se perdiera, así que iniciamos un programa de búsqueda de individuos resistentes”.
Así, inocularon la enfermedad en una serie de ejemplares sanos y un porcentaje de ellos la toleró, por lo que decidieron cruzar esos ejemplares entre ellos “para tener individuos aún más resistentes”, ha añadido el catedrático.
No obstante, “los olmos soportan a la enfermedad, pero no a los madrileños“, con lo que hay que trabajar para su buena evolución, ha apostillado. EFEverd