Luis Fernández es técnico de la Fundación Oso Pardo (FOP), testigo de la paulatina recuperación de la especie en el núcleo occidental cantábrico y su expansión hacia las sierras de Ancares y Courel, favorecida en los últimos meses por el confinamiento, pero condicionada a que el coronavirus no merme los fondos que la sustentan.
Consecuencias del coronavirus
Dispuesto a liderar el desafío de consolidar el asentamiento de los osos en la Sierra del Courel (Lugo), explica en declaraciones a EFE que la crisis sanitaria le obligó a mantenerse alejado durante dos semanas del campo y que el aislamiento general benefició a la especie, que poco a poco se gana la confianza de una población dispuesta a compartir territorio.
“Los osos se van socializando cada vez más desde hace años y de alguna forma, también a ellos se les ha notado algo más de confianza al estar los pueblos confinados”, aunque esa presencia en el entorno de los municipios “ha sido en general durante la noche”, asegura.
Luis trabaja para el proyecto Life Oso Courel que desarrolla la FOP con fondos del programa europeo Life y se centra en preparar el terreno y a sus habitantes ante la paulatina entrada de ejemplares, una labor esencial y en la actualidad “muy importante”, cuando garantizar un medio ambiente sano es más necesario que nunca también para el hombre.
“El coronavirus nos ha demostrado que un enemigo que no vemos puede ponernos en serio peligro y debería hacernos pensar en nuestra relación con el planeta”, subraya el técnico de la FOP, cuyo trabajo quedó suspendido durante los días de confinamiento más estricto -entre el 30 de marzo y el 12 de abril- y ha vuelto “con cierta normalidad y sin mayores problemas, aunque con las debidas precauciones”.
Comenta que la afección del coronavirus en este territorio desde el punto de vista humano “ha sido relativa”, dado el aislamiento de estas montañas y la baja densidad de población.

Atención al medio ambiente
“Ahora, lo que cabe pensar es qué va a ocurrir de cara a futuro con proyectos relacionados con el medio ambiente”, comenta, pues “aunque los científicos están diciendo que quizá la causa de la pandemia está en nuestra mala relación con la naturaleza, es fácil que cuando esto pase el medio ambiente sea otra vez el hermano pobre, con menos fondos y menos recursos para desarrollar proyectos”.
En su opinión, la relación entre humanos y naturaleza no está equilibrada; cuanto mayor es la necesidad, mayor es también el impacto; “todo lo que vemos en este paisaje, los prados, las tierras de labor, es necesario para nuestra alimentación, para nuestro ocio, para todo nuestro desarrollo como seres humanos, pero este paisaje no nos necesita, sin nosotros se podrá transformar, pero la vida en él seguirá”.
La huella del hombre en el medio “viene de antiguo”, asevera, cuando hace siglos el desarrollo agrícola y ganadero “hizo que el hacha y el fuego se convirtieran en protagonistas del cambio”; después, la era industrial “no ayudó” y el modelo de producción potenció plaguicidas, sulfatos y fertilizantes que “redundan en nuestra propia salud (…) al final, hemos conseguido envenenar mares,ríos, tierra y la propia atmósfera”.
El oso pardo ibérico (Ursus arctos arctos) ha sufrido de cerca el yugo del hombre, por eso el confinamiento ha mejorado su estado de conservación, ya de por sí esperanzador en esta zona. Cerca de 40 osas crían ya en la Cordillera Cantábrica cuando a finales de los 80 la especie estuvo “bajo mínimos”, comenta Luis, cuya vigilancia contra el furtivismo no cesa y la concienciación de los habitantes, tampoco.
LIFE Oso Courel
El proyecto Life Oso Courel, que se extenderá hasta finales de 2020, se encarga de favorecer la expansión del plantígrado a esos nuevos territorios bajo la coordinación de la Fundación Oso Pardo y con la Xunta de Galicia y Asociación Galega de Custodia del Territorio como beneficiarios asociados.
Contempla acciones de conservación sobre la especie y su hábitat y de concienciación para lograr una percepción más positiva y favorable entre los habitantes del Courel, de donde el oso desapareció a finales del siglo XIX, quedando limitada su presencia en Galicia a algunos enclaves de Ancares próximos a las sierras del Alto Sil leonés y el occidente asturiano.
La especie se expande ahora por zonas que llevaba casi un siglo sin ocupar y su población cantábrica podría superar los 300 ejemplares; de hecho, las numerosas alvarizas de piedra que aún se levantan junto a pueblos y en laderas de montañas reflejan los siglos de convivencia entre osos y humanos, que las construían para proteger sus colmenas
Los osos han llegado de nuevo de forma totalmente natural al Courel, cuyos extensos soutos de castaños y frondosas devesas conforman un territorio muy favorable para su supervivencia. EFEverde
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