El inicio de la temporada de ozono en la megalópolis de México. Por (*) Judith Domínguez Serrano

Publicado por: Redacción EFEverde 18 de marzo, 2016

Lamentablemente para el Medio Ambiente, la historia se repite. Y no precisamente para bien.

La Ciudad de México – que es parte de la Red de Ciudades Sustentables– esta semana se vio envuelta en una atmósfera altamente contaminada por ozono, que activó una contingencia ambiental que en 14 años no se había producido.

Con medidas restrictivas y algunas emergentes se intenta controlar el grave problema de contaminación atmosférica producida por los cientos de miles de vehículos automotores que circulan en la megalópolis de 24 millones de habitantes. La distancia que recorren equivale a 6.000 vueltas al mundo diariamente, según reporta la Secretaría de medio ambiente de la Ciudad de México.

Cada año, los primeros días de marzo da inicio la temporada de ozono, con la entrada de una envidiable primavera en la Ciudad de México por la temperatura confortable que oscila en los 19° con días cálidos y noches frescas. Este paisaje, sin embargo, pocos días se disfruta ya en la que fuera “la región más transparente” de Carlos Fuentes.

Diariamente, una pesada nube de contaminantes flota sobre la región. Pero habían logrado revertirse los graves problemas del Valle de México que hace más de veinte años le otorgaron la nada envidiable etiqueta de la ciudad más contaminada del mundo. La política ambiental fue un éxito que costó grandes cantidades de dinero y acciones en el mediano plazo.

Sin embargo, la actual política de movilidad de la Ciudad de México parece haber fracasado al activarse esta semana la contingencia ambiental en su Fase 1, por la mala calidad del aire, que llevó a reforzar el programa “Hoy no circula”.

No es fortuita esta situación. En años anteriores se había activado la pre-contingencia, lo que ha afectado la cotidianeidad pues se suspenden clases o las actividades al aire libre, entre otras cosas. Pero medidas equivocadas para facilitar la movilidad han provocado esta situación de emergencia y riesgo ambiental para sus habitantes. El reciente Reglamento de tránsito de la Ciudad de México impuso una carga excesiva en los límites máximos de velocidad en la ciudad a una sociedad que no solo está inconforme, sino que al contrario de lo que se esperaba, disparó en dos meses las emisiones en un clima favorable para la concentración del ozono.

El ozono es un contaminante que se forma en la atmósfera durante las horas de sol a partir de los contaminantes que emitimos, principalmente de los automóviles y de las chimeneas de la industria. El 87% corresponde a emisiones de óxido de nitrógeno (NOx) y 32% a compuestos orgánicos volátiles (HC), precursores del ozono. En altas concentraciones provoca irritación en los ojos y vías respiratorias, y se ha probado la relación directa con la exposición frecuente al mismo y el aumento en las causas de morbilidad y mortalidad.

LA CIUDAD DE MÉXICO AVANZÓ EN CIVISMO Y PREVENCIÓN TRAS EL TERREMOTO DE 1985Otra cuestionable medida fue permitir desde el año pasado la circulación de todos los vehículos que aprobaran la verificación vehicular, no importando su antigüedad, lo que aumentó en un millón cuatrocientos mil el número, sino solo los límites de emisiones. La ilegalidad y corrupción en los centros de verificación agravó la situación, facilitándole a esa parte de la sociedad acostumbrada a vivir en la ilegalidad la permisibilidad.

El resultado es, una política ambiental que fracasa, al menos en calidad del aire, por sus contradicciones. La política de movilidad debería ser, al menos en esta región, de accesibilidad. Pero el transporte público es muy deficiente, y si hay alguien que diariamente viola la normativa son los diversos concesionarios del mismo. No es por tanto, una opción.

Paradójicamente, en el 2013, justo cuando empezaron a implementarse las medidas antes mencionadas, la Ciudad de México ganó el Premio Internacional Ambiental de Ciudades Líderes del Clima del C40 en su categoría “Calidad del aire” tras competir con 120 ciudades, y en el que se tuvo en cuenta seis indicadores: el nivel de éxito mediambiental en la ciudad, la innovación, la mitigación de GEI, el liderazgo y el compromiso efectivo, la replicabilidad y la escalabilidad; las causas estructurales que hoy son cuestionadas.

Lo que vivimos esta semana revela las contradicciones de una política ambiental que pueden conducirla en pocos años al fracaso de no tener en cuenta que no es un problema de ciudad, sino de región, de la megalópolis, que abarca siete entidades federativas; y el reto es ponerlas de acuerdo.

Deberíamos replantearnos una política ambiental distinta si es que queremos que esta región sea habitable en el futuro.

(*) Judith Domínguez

El Colegio de México

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