“Tengo energía solar y un pozo, no estoy conectada a nada y vivo adaptándome a mi cantidad disponible de energía”, ha explicado a Efe Isleni Cruz, propietaria de una casa de adobe y defensora de la bioconstrucción o construcción con materiales naturales, una tendencia que busca crecer en España.
Concienciada desde hace años con la protección medioambiental, esta periodista y profesora universitaria puso en marcha el proyecto de su actual vivienda en 2011 en la madrileña vega del Tajuña con la idea de que fuera “un hogar de plena eficiencia energética y levantado con materiales naturales”.
Técnicas de bioconstrucción
En su opinión “cada vez hay más personas apuntadas a vivir de otra manera y, por la cuenta que nos trae, en el futuro debería predominar este tipo de vivienda respecto a la convencional”, aunque no todo son ventajas.

Así, las técnicas de construcción con adobe o muros de tierra prensada en Europa incluyen un domo en lugar de un tejado, lo que con “los cambios de temperaturas tan drásticos y las lluvias torrenciales” del clima español hace que sea “difícil que la casa esté completamente impermeabilizada”.
Por ello, año y medio después de concluidas las obras de su hogar, Cruz tuvo que recurrir a fibras de vidrio con pintura plástica, materiales no naturales, para sellar y hacer desaparecer las humedades.
El adobe es sólo una de las opciones alternativas para la bioconstrucción, que también utiliza madera, paja o piedra entre otros materiales en función de la ubicación de la vivienda y de los recursos disponibles en el terreno, ha indicado a Efe Sandra Martín, arquitecta del estudio especializado Casaslow.
En el caso concreto del adobe, se trata de un material que dispone de inercia térmica, lo que hace que sea “apto para el clima mediterráneo”, ha explicado Martín.
En cuanto a la madera, su uso está más recomendado “en territorios fríos” y funciona “muy bien” para la estabilidad de edificaciones en zonas sísmicas, por lo que “se emplea bastante en Japón y Haití, al ser un recurso muy resistente”.
Otro elemento natural, “típico en la montaña”, es la piedra, un material que resiste bien las lluvias y los desprendimientos.
La paja, que “se usa bastante en países como Alemania y Austria”, es “un gran aislante térmico” en la bioconstrucción y se emplea a menudo combinado con la madera, aunque tiene que someterse a un tratamiento previo, ha advertido Martín.
Alfonso Zavala, socio profesional de la Red de Construcción con Paja, defiende especialmente este elemento por su carácter transpirable, que no desprende tóxicos y resulta económico.
Este tipo de edificación trabaja, como otras viviendas ecológicas, con la llamada calefacción pasiva para aprovechar el sol especialmente durante el invierno usando grandes ventanales.
“Con el tiempo, el uso de determinados materiales que no son naturales se verá restringido” en la edificación de viviendas, ha advertido Zavala, quien es de la opinión de que la bioconstrucción “se irá profesionalizando paulatinamente”.
En realidad, la bioconstrucción existe desde hace mucho tiempo, pero desapareció en muchas partes de Europa a raíz de la Revolución Industrial que comenzó a mediados del siglo XVIII.
A partir de ese momento, “se asocia con la pobreza, la autoconstrucción y el mundo rural”, pero hoy día existen “formas más modernas” de este tipo de edificación gracias a las cuales “la gente empieza a verla de otra manera”, ha añadido Martín.
Por ello, casi tres siglos más tarde este tipo de edificación parece resurgir de sus cenizas pues muchos materiales no naturales, además de generar mayores impactos en el medioambiente “han demostrado que no son saludables”, ha concluido. EFEverde
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