De ser parte del problema a avanzar en la solución, ¿aceleramos el cambio? Por (*) Ana Herrero

Publicado por: generico 21 de abril, 2021

El importante impacto que ha generado y está generando la COVID-19 a nivel social y económico resulta pequeño si lo comparamos con las previsiones existentes para el cambio climático. Sin embargo, mientras que la COVID-19 ha sido un verdadero shock que nos ha sorprendido desprevenidos y para la que hemos tenido que improvisar las respuestas, a día de hoy sí disponemos de las previsiones de impactos potenciales que causaría el cambio climático.

A pesar de ello, estas cifras parecen no asustarnos tanto, tal vez porque las vemos lejanas (en tiempo y, sobre todo, en lugar). Los mayores impactos del cambio climático se están experimentando en la actualidad en países en desarrollo y, además, tendrán su máximo impacto dentro de unos años.

Impactos del cambio climático

Apelando a la característica que nos hace únicos como especie, es decir, la capacidad del ser humano de razonar -de pensar de forma lógica y meditada– deberíamos aprovechar la oportunidad que nos brinda el cambio climático de reaccionar y anticiparnos.

Hay modelos que predicen los impactos del cambio climático según distintos escenarios. La comunidad científica así lo ha estudiado y lo ha compartido con los gobiernos, las empresas y los ciudadanos.

La información es pública y está disponible y, por tanto, no se trata de un acontecimiento repentino que sucede sin previo aviso, como el coronavirus. Nuestra generación tiene la posibilidad (y, podríamos decir, el deber moral) de intervenir, frenar el avance del cambio climático y paliar sus consecuencias.

Tenemos la gran oportunidad de actuar, sin excusa y sin más retrasos.

Pero, ¿por qué confiamos en los científicos para asuntos de salud y cuestionamos su criterio en un asunto como el cambio climático? Lo han dicho alto y claro: si la temperatura aumenta más de 1,5 °C a final de siglo respecto a niveles preindustriales, se generarán daños irreversibles para el planeta y para nuestro estado de bienestar.

Además, pondremos en jaque el concepto de desarrollo sostenible que acuñamos en 1987 y nos acompaña a día de hoy: satisfacer las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones (Informe Brutland).

En los últimos tiempos, a la comunidad científica se le ha unido en el discurso un igualmente importante agente: el sector financiero.

Desde que en 2011 el cambio climático entró en el top 5 de principales riesgos para la economía y el desarrollo (según el World Economic Forum), no ha vuelto a bajar su relevancia.

Y los mercados así lo están reconociendo cuando las empresas con estrategias climáticas robustas están registrando mejor desempeño bursátil. La ciencia y la economía alineadas resulta, desde luego, un buen tándem.

Descarbonizar la economía para 2050

Existen multitud de informes, estudios y alertas emitidas por entidades públicas y privadas, con y sin ánimo de lucro, en representación de la globalidad y de las particularidades sectoriales y regionales y un objetivo claro: descarbonizar la economía para 2050 como única alternativa para poder cumplir los compromisos asumidos en el Acuerdo de París o en la Agenda de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas.

En el contexto actual de recuperación en el que nos encontramos, más que nunca, hemos de recoger el testigo y acelerar la ambición, la acción y trabajar en alianza con el resto de agentes implicados.

De otra forma, no llegaremos al objetivo común y es que -según alerta el nuevo informe de síntesis de la CMNUCC– las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés) están “muy lejos de lo que se requiere” para cumplir los objetivos.

Hemos de acelerar el ritmo ya que la velocidad de avance propuesta a día de hoy, no es suficiente.

Siempre habrá quienes no confíen en la ciencia o, incluso, decidan mirar para otro lado cuando la comunidad económica mundial sea quien se manifieste en estos temas.

Y esto no debe ser un freno para el avance de quienes ya están comprometidos, todo cambio suma y nos acerca a la meta.

Y es que, de repente, un día ocurre el cambio y celebramos ver cómo Estados Unidos anuncia su regreso al Acuerdo de París y su atención a la demanda de 310 inversores y empresas que le reclaman establecer un objetivo de reducción de emisiones de al menos el 50% para 2030, con el fin de colocar al país en un camino creíble para alcanzar emisiones netas cero para 2050.

Vemos también cómo avanzan los marcos normativos sobre cambio climático: a nivel europeo, precisamente esta madrugada el Consejo de la UE y el Parlamento han llegado a un acuerdo sobre la Ley Climática Europea que aspira a convertir a Europa en la primera economía descarbonizada para 2050.

También destaca el Paquete de Medidas «objetivo 55» (Fit for 55), que supone una reforma a gran escala de las políticas de energía, clima, industria, competencia, comercio y movilidad, entre otras y responde a los objetivos previstos en el Pacto Verde Europeo.

Igualmente, en España, celebramos la reciente aprobación en el Congreso del proyecto de Ley de Cambio Climático y Transición Energética que, junto con otras herramientas como el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima o la Estrategia de Descarbonización a Largo Plazo, forman parte del marco de trabajo establecido por el gobierno para contribuir a la transformación necesaria.

Y en este camino, el papel del sector privado es clave ya que son muchas las empresas y organizaciones que aúnan el querer, saber y poder, los tres elementos clave para cualquier cambio.

En el sector empresarial existe una determinación, una ambición clara para transformar los sistemas por cuestiones de resiliencia y competitividad (quieren). Han llevado a cabo los análisis y escenarios, conocen sus negocios y las implicaciones del cambio climático en cuestión de riesgos y oportunidades, disponen de las herramientas y tecnologías (saben).

Y, por último, tienen la capacidad de imprimir la aceleración necesaria para la transformación, al tener estructuras más ágiles y flexibles que los estados, así como los recursos y alianzas necesarias para conseguirlo y ampliar su llegada (pueden).

Clúster de Cambio Climático

Esto se refleja en iniciativas como el Clúster de Cambio Climático, plataforma empresarial en materia de cambio climático líder en España, compuesta por más de 70 grandes empresas que comparten una misma ambición: ser parte de la transformación necesaria para lograr los objetivos previstos a nivel global en materia climática.

Pero no solo eso, sino que a través de su acción recogida en las estrategias corporativas están ya contribuyendo a ese cambio en el que, además, contemplan la importancia del trabajo conjunto y colaboración entre los diferentes agentes mediante alianzas sólidas.

Tenemos por delante unos meses interesantes, y muchas cosas están por ocurrir aún, hasta la cita clave en materia de cambio climático este año, la COP 26 que se celebra en Glasgow del 1 al 12 de noviembre.

El éxito de esta cumbre pasará, tal y como afirma Patricia Espinosa, Secretaria Ejecutiva ONU Cambio Climático, por conseguir pasar de los compromisos a la acción, en concreto en cuatro temas: movilización de los 100.000 millones de dólares anuales en financiación climática prometidos a los países en desarrollo para 2020; aplicación plena del Acuerdo de París por parte de los gobiernos; disminución de las emisiones y aumento de la ambición climática también en adaptación y resiliencia a los impactos del cambio climático; y consideración de todas las voces y soluciones a través de un compromiso con los observadores y los interesados que no son Partes.

Día Internacional de la Tierra

Y hoy, 22 de abril de 2021, precisamente es un gran día para recordarnos que todo esto lo hacemos porque es lo que tenemos que hacer.

Porque hemos sido parte del problema y ahora nos corresponde ser parte de la solución.

Hoy celebramos, un año más, el Día Internacional de la Tierra que ha de ser un recordatorio de que somos nosotros los que necesitamos un planeta sano y no al revés.

Ana Herrero_

Las consecuencias del cambio climático y la destrucción de la naturaleza serán, sin duda, un desastre para la humanidad, pero no lo serán tanto para el planeta que, como ya lo ha hecho en el pasado, cambiará y se adaptará a las nuevas condiciones, y seguirá su curso.

En nuestra mano está seguir, como especie, dando vueltas alrededor del sol junto a nuestro planeta.

 

(*) Ana Herrero es directora de Proyectos y Servicios de Forética.

 

 

 

 

 

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