Del tener más al mantener mejor. Por (*) Alexandra Farbiarz Mas

Publicado por: Redacción EFEverde 6 de octubre, 2021

Ante los límites del planeta

Este año, como humanidad, se llegó al Día de la Sobrecapacidad de la Tierra 2021 (Earth Overshoot Day) el 29 de julio. Desde entonces estamos consumiendo todos los recursos que la Tierra es capaz de generar en un solo año. Dicho de otro modo, nuestra bulimia por utilizar recursos está haciendo que consumamos más rápidamente de lo que deberíamos. Los recursos en la Tierra son finitos. La economía lineal está acabando con ellos, y esto va a traer graves consecuencias ya que no se pueden mantener flujos de producción que necesitan de materiales y elementos que están agotados. La crisis de los semiconductores lo deja claro.

Nos lo advierten ambientólogos, economistas, sociólogos, ingenieros, demógrafos, etc. Pero no parece que esto llegue a calar entre los que más tienen capacidad de decisión tienen para llevar los cambios necesarios que implica el colapso ecológico. Quizás sufren de una gran falta de imaginación ante los retos que supone. Y empiezan a notarse las consecuencias. En este sentido cabe destacar la opinión de los expertos en materiales de la Universidad de Zaragoza y la Fundación Circe, Antonio y Alicia Valero. En esta entrevista a Alicia Valero para La Vanguardia:

«Estamos alcanzando los picos de las materias primas. La era de la abundancia está llegando a su fin. Eso no quiere decir, ni mucho menos, que vayamos a morirnos todos; pero vamos ver cambios radicales de aquí a pocos años y tendremos que cuestionarnos las bases sobre las que nos hemos asentado.».

Y también Naciones Unidas nos advierte desde hace unos años como va menguando la tabla periódica de elementos químicos… y cada vez más rápidamente, entre otras cosas porque la electronificación de muchos aparatos (móviles, tablets, ordenadores, coches, etc) es cada vez más elevada y requiere de muchos de estos elementos.

Estado de la economía circular

Por otro lado, no somos capaces de avanzar en la famosa economía circular al ritmo que deberíamos hacerlo, y que debería dejar atrás la economía lineal. Nos lo demuestra, por ejemplo, la tasa de circularidad que mide la proporción de material recuperado y devuelto a la economía en el uso global de materiales. Y la propia UE informa de que en Europa solo somos económicamente circulares en un 11,9% y, obviamente, es un porcentaje que varía considerablemente entre los distintos países de la UE.

Pero hay otros síntomas que también deberían preocuparnos: la economía circular está aún muy verde en muchas universidades de económicas, escuelas de negocio o ingenierías. El paradigma del extraer para construir sobre lo que construir no ha dado paso a otros planteamientos como, por ejemplo, ingenierías de deconstrucción para obtención de nuevos materiales para otros procesos, por ejemplo, como aún es demasiado incipiente el desarrollo de la simbiosis industrial.

Esto hace que el mercado de materias primas secundarias (de donde podemos obtener nuevos recursos, esto es de los materiales que desechamos) aún está en una fase muy embrionaria. Probablemente porque aún hay poca industria de deconstrucción y porque la economía lineal tiene mucho que hacer en materia de ecodiseño, es decir en diseñar los productos y servicios de manera a poder reaprovechar el máximo de componentes y energía una vez se haya agotado su ciclo de vida.

Otros impactos del colapso ecológico

Pero, además, hay recursos olvidados y esenciales para la vida que estamos empobreciendo cada vez más con los modelos de explotación agrícola intensiva: los suelos. Sin suelos sanos, no hay comida sana. Sin embargo, los estragos causados por el cambio climático (sequías o grandes inundaciones por ejemplo) y las diversas contaminaciones (desde los purines hasta los insecticidas para poner un ejemplo) tampoco nos ofrecen un panorama demasiado esperanzador.

A la par, el cambio climático supone fenómenos extremos que se lleva por delante muchos recursos que deben ser repuestos para que las persones puedan seguir con sus vidas.

Con todo ello queda claro una cosa: el decrecimiento no es una opción política determinada solo. Se trata de un hecho de evidencia que se expresa en un marco de desigualdades cada vez más galopante, en un contexto en el que, no lo olvidemos, aumenta cada vez más el flujo de refugiados por el cambio climático.

¿Queremos afrontar el necesario cambio de paradigma?

La cuestión es cómo queremos afrontar este decrecimiento al que llegamos por querer crecer demasiado. Pues está claro que tendremos que cambiar el chip, o, mejor dicho, reaprovechar el que tenemos y utilizarlo de otra forma. Y en este sentido, a lo que deberíamos prepararnos es integrar que la acumulación de bienes está yendo a nuestra contra, esta es la realidad. Así pues, tendremos que caminar del tener más al mantener mejor.

Y en este sentido, también conviene orientar la innovación no tanto en crear cosas nuevas sino como hacer para mantener las que ya existen para que sean más duraderas y no tengamos que extraerlas y hacer pasar largos circuitos de logística que suponen el envío de más CO2 a la atmósfera. O bien como llevar a cabo procesos upcycling sin que nos suponga un alto precio energético.

Mantener mejor significa también relocalizar, mirar las posibilidades de lo que hay y un gran esfuerzo por cambiar nuestra relación con lo que ya tenemos y con lo que no tenemos. El espejismo de la economía lineal consiste en la satisfacción mediante aquello que no tenemos, el valor de la economía circular consiste en dar más sentido a lo que tenemos y, a poder ser, cuanto más cerca mejor.

Y para ello necesitaremos de mucha pedagogía social, de nuevos enfoques económicos y nuevas ingenierías. Urge un replanteamiento de mirada sobre la propia forma de hacer y de relacionarse con la naturaleza. Por que por ahora tenemos la ciencia pero nos falta la conciencia por lo que sería idóneo una  que la toma de decisiones junto con la ciencia y la tecnología se movieran en un paradigma socioeconómico con conciencia. Esta necesaria conciencia debe darse de forma multidimensional, tal como lo es la vida. Y sabernos mantener es todo un reto si queremos ser mínimamente justos con nosotros mismos y con las próximas generaciones. Y son los adultos los que deben hacer este ejercicio, porque son ellos los que tienen la capacidad de decidir. Dejemos pues de decir que la educación ambiental para niños va a solucionarlo todo…somos los adultos los más necesitados de ella.

(*) Alexandra Farbiarz Mas

Es experta en coaching, formación,  comunicación y educación ambiental.

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