En favor de la ganadería en la cuestión del cambio climático Por (*) Elías F. Rodríguez Ferri

Publicado por: Redacción EFEverde 14 de mayo, 2020

(*) Elías F. Rodríguez Ferri .- Las relaciones entre el sector agrario y el cambio climático son claras e interrelacionadas. En ganadería, el cambio climático influye negativamente sobre las producciones, la sanidad y reducciones en la biodiversidad o carga ganadera, algo relacionado a su vez con la disponibilidad de agua potable y aguas de riego.

En la sanidad, el cambio climático influye en la aparición de enfermedades ligadas a la presencia de vectores invertebrados. En el sentido contrario, la ganadería también influye sobre el cambio climático.

Según señala el IPCC (Panel Intergubernamental del Cambio Climático), el sector agrario emite tres de los principales gases de efecto invernadero (GEIs); sobre todo dióxido de carbono (CO2), metano (CH4) y óxido nitroso (N2O), siendo la ganadería principal emisora de los dos últimos. Los rumiantes, en fermentaciones digestivas producen CH4 que, liberan al ambiente y a ello se suma el procedente de subproductos como estiércol y purines. En este campo domina el subsector de bovino de carne, seguido de leche, ovino y otros rumiantes, hasta un total de 17.668,9 kt, que suma las de subproductos, un total de 6.794,9 kt. Del N2O, la mayor parte de su procedencia ganadera es de estiércol y purines, hasta un total de 1.906, 4 kt en 2018, último año registrado en el Inventario de Emisiones del Ministerio de Transición Ecológica, si bien en el sector agrario, la gran mayoría de este GEI procede de suelos agrícolas, principalmente de fertilizantes. Queda dicho así, según las citadas fuentes, que el 98,2% del CH4 del capítulo agrario procede de la ganadería, mientras que solo lo hace el 13,2% del N2O. En cualquier caso, para 2018, las emisiones ganaderas de estos GEIs representan el 61,3 y el 10,19%, respectivamente, mientras que sobre el total de emisiones netas de GEIs, el CH4 procedente del ganado supone el 8,2% y el N2O, el 0,64%. Sumados ambos, el conjunto de la actividad ganadera representó en 2018, el 8,9% del total de GEIs; mientras que la energía lo hizo con el 85,5%, con capítulos como el transporte (el 34,5%) o las industrias de la energía (el 24,4%).

Como quiera que sea, en su favor se han puesto en marcha políticas de mitigación y adaptación del sector agroalimentario al cambio climático, con el fin de desarrollar tecnologías que reduzcan las emisiones y mejoren los sumideros aumentando su capacidad de absorción, todo ello procurando limitar su repercusión sobre la producción de alimentos para el hombre, cuya población camina inexorablemente hacia valores próximos a los 9.000 millones de habitantes en 2050, a los cuales hay que alimentar. Estas afirmaciones han sido admitidas siempre con reserva, cuando no rechazadas, por parte de los representantes de la ganadería, por entender que no se corresponden a la realidad, denunciando la estigmatización del sector, principalmente la producción de carne de bovino y menos de porcino y aves.

En este contexto, la pandemia de COVID-19 ha puesto de manifiesto algunas revelaciones que en ningún otro escenario podrían haberse revelado, como en el mejor de los ensayos llevados a cabo en un laboratorio. En nuestro país, como consecuencia del RD 463/2020 de 14 de marzo, del estado de alarma, se produjo una paralización de la actividad con inmovilización del sector automovilista y otros, que ofreció imágenes insólitas. En las zonas obligadas a la detención de la actividad debido al COVID, las emisiones de GEIs se redujeron en valores en torno al 25% o incluso más en algunos.

En este sentido, informaciones del sector cárnico, el más denostado por organizaciones que llegaron a plantear la reducción del consumo por su responsabilidad en la emisión de GEIs, han puntualizado como consecuencia de la pandemia, que la reducción de emisiones de N2O alcanzó cifras espectaculares en Madrid (el 50%) o Barcelona (el 60%). Se cita también un estudio del Centro de Tecnologías Físicas de la Universidad Politécnica de Valencia que señala una reducción media del 60% de la emisión de N2O en las principales ciudades. Ello prueba, sin más, que ambas actividades están claramente relacionadas. Esta variación, muy ostensible, aunque al final su impacto sea el que sea, se produce cuando la producción animal no solo ha mantenido sino incluso aumentado su ritmo de trabajo, para abastecer, como lo está haciendo, el suministro.

Greenpace ha reconocido también que, en pleno proceso de alarma, cuando la actividad ganadera seguía funcionando, los valores de dióxido de nitrógeno se situaban en menos de la mitad de los recomendados por la OMS, incluso de un 25% en Madrid, del 33% en Barcelona o del 22% en Sevilla. La conclusión es evidente respecto de que no parece que la ganadería sea la responsable principal del cambio climático.

(*) Elías F. Rodríguez Ferri  es catedrático emérito de la Universidad de León. Presidente de la Academia de Ciencias Veterinarias de Castilla y León.

 

 

 


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