Cuando en 2019 iniciaron las huelgas por el clima, impulsadas por la reconocida activista Greta Thunberg, algo empezó a moverse con fuerza entre una juventud ya inquieta por la falta de acción climática a nivel político.
Sin embargo, jóvenes con un agobio tremendo frente a un futuro que se visualiza complicado para las nuevas generaciones, están demandando cada vez más espacios que les permitan saltar de las calles a la verdadera toma de decisiones.
En América Latina el descontento se combina también con una vulnerabilidad no solo climática sino también social, atizada por la enorme desigualdad que caracteriza a la región y que, sin duda, se ha profundizado en el contexto de la pandemia.
Toma de decisiones climáticas
A finales de 2021 y también a las puertas de realizarse la COP26, la última cumbre climática, que finalmente tuvo lugar en Glasgow con un año de retraso no obstante su sentido de urgencia, solo el 4% de los y las jóvenes activistas climáticas en América Latina y el Caribe consideraba que sus gobiernos estaban tomando medidas adecuadas.
Así lo mostró una encuentra realizada por UNICEF a más de 500 jóvenes activistas en 32 países de la región por medio de sus teléfonos móviles. La mitad dijo también que sus gobiernos no estaban tomando ninguna medida, mientras que el 43% señaló que eran insuficientes.
Un informe de la misma organización reveló también que el 70% sostienen que las políticas y planes climáticos y ambientales de sus países no consideran suficientemente sus necesidades y derechos y alrededor del 65% nunca fueron consultados para el desarrollo de los mismos.
Más del 30% resaltó también la importancia de incluir la educación ambiental como parte del sistema educativo formal, a fin de lograr cambios efectivos.
Juventud latinoamericana
En una región muy convulsa también a nivel político, la juventud latinoamericana no es suficientemente tomada en cuenta aún como una fuerza importante, pese a su gran importancia para el recambio generacional e, incluso, considerando su gran potencial electoral.
Jóvenes en la actualidad han mostrado en numerosas instancias que tienen la voluntad de oponerse con brío a lo que no consideran y defender a capa y espada lo que sí.
Por eso no es de extrañar que, lejos de esperar a ser tomados en cuenta, están abriéndose sus propios espacios. Por ejemplo, en países como Chile, Costa Rica, México y República Dominicana se están llevando a cabo procesos participativos para preparar y elegir a representantes jóvenes que serán parte de los equipos negociadores de sus países en la próxima cumbre climática, la COP27, por realizarse en noviembre próximo en Sharm El-Sheikh, Egipto. Y el interés por participar es enorme.
Parecen comprender muy bien que sin estabilidad climática tampoco puede haber estabilidad política y que también desde la política hay que trabajar para lo primero, así como abogar por procesos democráticos que tomen cuenta las demandas y necesidades de las minorías y los más vulnerables, de los que ellos y ellas mismas se siente parte.
Según el último informe sobre mitigación del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), todavía es posible evitar los efectos más drásticos del cambio climático que se darían con un aumento en la temperatura media global de más de 1,5°C. Sin embargo, esa ventana de oportunidad se reduce cada vez más.
Y cuando más pronto lleguen los y las jóvenes a esa toma de decisiones, podrán trabajar para un mundo que más temprano que tarde quedará enteramente en sus manos.
(*) Katiana Murillo es periodista ambiental y coordinadora de LatinClima.
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