Todos sabemos que los árboles son seres vivos que tienen una época de crecimiento, según la especie, de entre 20 y 40 años hasta llegar a la fase adulta y en esa fase permanecen hasta la senectud que oscila de los 80 a los 800 y hasta 1.000 años.
También sabemos todos que, ya adultos, los hay pequeños, que llamamos arbolitos (3 y 6 metros de diámetro de copa), como Pyrus calleriana ´Chanticleer´ o Prunus serrulata `Kanzan´, muy de moda por sus tamaños adaptables a calles estrechas y también por el cromatismo primaveral de sus flores y su interesante otoñar.
Los hay grandes, (8 a 12 metros de diámetro de copa), como Ulmus pumila, Brachychyton populneus o Robinia pseudoacacia (por cierto, una planta invasora que no se debiera plantar), todos ellos empleados en calles medianas y que igualmente los hay muy grandes e impresionantes, (20 a 40 metros de diámetro de copa), como los ficus plantados en la España cálida, Styphnolobium japonicum (antes Sophora japónica) o los más que conocidos Platanus orientalis var. acerifolia o Jacaranda mimosifolia, que nos embellecen las ciudades por la impresionante coloración de sus flores, por los colores de sus troncos, por los frutos que permanecen adornando las ramas durante el otoño o por la impresionante sombra que nos hace agradable la vida en nuestro tórrido verano.
Árboles en las ciudades
Imagino que todos conocemos otros beneficios como la capacidad de secuestrar parte del CO2 de fábricas y coches, transformándolo en madera en sus troncos, ramas y raíces.
Igualmente necesitamos árboles con gran número de hojas porque en ellas quedan retenidas las partículas contaminantes y conforme más grandes y rugosas, más retienen y más respirable será la ciudad.
El proceso de evapotranspiración (ETP) de las hojas baja la temperatura ambiente y mitiga las altas temperaturas y sequedad del cambio climático. La ETP necesita energía que toma de su alrededor, bajando la temperatura. Por este motivo pasear por un bulevar arbolado es más fresco que por un espacio duro y así, decenas de beneficios.
La actual pandemia provocada por la COVID-19 ha evidenciado lo importante que es contar con árboles sanos en las ciudades en beneficio de nuestra propia salud.
Alguien podrá decir que también tienen inconvenientes y disfunciones, aunque esos problemas como el polen alergénico, la sensibilidad a plagas, espinas, etc., lo son no porque los árboles, como Ents viajeros, se hayan puesto en nuestras aceras para hacernos un feo, sino porque alguien los plantó allí equivocadamente, claro que, si volvemos a las cifras, ese pequeño error va a perdurar en esa calle, según dije, bastantes años.
Árboles adultos
Pero, en esta vida siempre hay un pero, suavizado por un aunque, ya que todos sabemos lo anterior, ¿por qué plantamos un plátano de paseo o una jacaranda, que todos sabemos que es un árbol muy grande, en una calle mediana y separados uno del otro 4 metros de distancia?
El equivalente sería que el tamaño de la casita con la que jugamos de niños, construida en un árbol como en las películas, hecha de maderas o cartón, que de niños nos parece grande, fuese siempre el tamaño de nuestra casa, pues eso es lo que hacemos con los árboles medianos y grandes plantándolos cada 4 metros.

De recién plantados parece que sobra espacio entre árbol y árbol pero de adultos, alguno se sorprende porque no caben, las ramas se rozan o entran por las ventanas y ya solo queda como solución, en otoño, el rugiente sonido de las motosierras.
Los árboles, al no ser Ents –esos árboles que se mueven lentamente en la Tierra Media del fabuloso universo de J.R.R. Tolkien–, no pueden irse a sus bosques.
Con las podas, los árboles quedan mutilados, con cortes y heridas por las que penetran hongos que pudren la madera haciéndolos peligrosos; se les ha cortado ese CO2 secuestrado, darán menos sombra, producirán más polen, no retendrán contaminantes, ni bajarán la temperatura…
En este Día del Árbol, aprendamos a conocerlos y protegerlos, con conocimiento. Si nuestros árboles fuesen Ents, nos abandonarían como caravana de coches en fin de semana y como ya decía un proverbio sumerio “Ciudad sin árboles, merecerías un cielo sin estrellas”.
(*) Mariano Sánchez García es conservador de arbolado en el Real Jardín Botánico (RJB) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y su actual Jefe de Jardinería y Arboricultura. Preside la Asociación Española de Arboricultura y codirige el Máster “Arboricultura y Gestión del Bosque Urbano” de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
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